David Uzcátegui
Con motivo de haberse cumplido recientemente un nuevo año del fallecimiento de Francisco de Miranda, queremos dedicarnos hoy a revisar lo que fue la vida de este emblemático venezolano, calificado –no sin razón– como el precursor de nuestra independencia.
También es conocido como el más universal de los venezolanos, ya que su trascendencia y presencia en hechos históricos que marcaron el final del siglo XVIII y el principio del XIX, es sencillamente asombrosa. Y agregamos, desconocida por muchos.
Un aspecto deslumbrante de su vida en el cual deberíamos ahondar, ya que no solamente es motivo de orgullo para nuestro gentilicio, sino también un ejemplo inspirador de una vida extremadamente rica en experiencias. Estamos hablando del único americano que tiene su nombre inscrito en el Arco del Triunfo de París.
Sebastián Francisco de Miranda y Rodríguez Espinoza nació en Caracas, el 28 de marzo de 1750. Era hijo de un comerciante canario que había hecho fortuna. Estudió en la Universidad de Caracas y se alistó en el ejército español en 1771.
Para muchos es una gran sorpresa que su nombre aparezca en momentos históricos decisivos de otras naciones, pero así fue. Y todas aquellas experiencias vividas en tierras extranjeras se fueron acumulando y despertaron en él el deseo y la urgencia de replicarlas en su terruño natal. Lo convirtieron en un militar de enorme cultura y experiencia, quizá demasiado adelantado a su momento histórico.
Combatió en el norte de África, en las Antillas y en la intervención contra Gran Bretaña durante la Guerra de Independencia de los Estados Unidos; en 1781, su participación en el sitio de la colonia británica de Pensacola (Florida) le valió el ascenso a teniente coronel. Destinado en Cuba, diversas intrigas y acusaciones lo obligaron a abandonar la isla en 1783.
Cuando ya se dio por finalizada la guerra con la metrópoli y se había consumado la independencia de los Estados Unidos, Miranda, como seguidor de los enciclopedistas y los filósofos ilustrados –cuyo ideario político liberal había adoptado– vio en la emancipación estadounidense el ejemplo a seguir para la América hispana.
Animado por esta idea se lanzó a luchar contra la dominación colonial española. Recorrió Europa y Estados Unidos, defendiendo la causa de la independencia, a imagen de lo que habían hecho las antiguas colonias británicas.
Cabe aquí recalcar que su pertenencia a la masonería, le facilitó el contacto con las personalidades más relevantes de las altas esferas, a través de las logias europeas y americanas.
Su capacidad para contactar a numerosas personas en elevadas posiciones de poder en todo el mundo, lo revistió de esa universalidad que hoy resaltamos y admiramos. También nos da testimonio de lo elevado de su pensamiento y de su bagaje cultural, al poder interactuar directamente con todos ellos.
Durante su estancia en Francia, apoyó la Revolución Francesa, que le nombró mariscal de campo, y prestó sus servicios para la conquista francesa de los Países Bajos. Por su actuación en la batalla de Valmy fue ascendido a general, y al mando del Ejército del Norte tomó las ciudades de Amberes y Roermond.
Presidió luego una junta de representantes de las colonias españolas de América, que respaldó su campaña en busca de apoyos internacionales. En 1806 regresó a Venezuela, habiendo conseguido promesas de ayuda por parte de la zarina Catalina II de Rusia, del presidente norteamericano Thomas Jefferson y, sobre todo, de William Pitt el Joven, primer ministro de Gran Bretaña.
La invasión de España por Napoleón Bonaparte en 1808, creó en las colonias americanas una situación de desconcierto y vacío de poder, que los independentistas aprovecharon para lanzar su levantamiento con más garantías de éxito.
Tras esto, se proclamó la independencia de Venezuela, se puso a Miranda al frente de las fuerzas rebeldes y se le otorgaron poderes para detener el contraataque español.
Sin medios para organizar un ejército eficaz, Miranda tomó la razonable decisión de rendirse tras la caída de Puerto Cabello, lo cual fue entendida como un acto de traición por parte de algunos jóvenes oficiales como Bolívar.
Desacreditado y enfrentado tanto a los republicanos radicales como a los terratenientes conservadores, fue entregado a los realistas, que le enviaron preso a España, donde murió.
Hoy, el estado Miranda, nombrado en su honor, es uno de los mejores homenajes que los venezolanos podemos hacerle al creador de nuestra bandera nacional.
Somos una tierra que representa la diversidad de nuestro país en su aspecto geográfico, de productividad y de bellezas naturales. Para nosotros los mirandinos, se trata de un orgullo y un ejemplo a seguir, por el hecho de que nuestro gentilicio se derive de su apellido.