La pandemia del covid-19 acentúa las amenazas al orden internacional liberal y ,en consecuencia, urgen nuevos liderazgos. Todo indica que ha llegado el momento para un mayor protagonismo de la Unión Europea, pero también para nuevos actores democráticos emergentes
El orden mundial basado en principios y reglas, que privilegie las libertades y los derechos humanos, enfrenta serias amenazas, desde los gobiernos autoritarios, que promueven la visión rígida de la soberanía, pero también desde los países democráticos, donde avanzan tendencias radicales que estimulan el nacionalismo y la exclusión.
Las vinculaciones entre los gobiernos autoritarios van creciendo progresivamente, como se puede apreciar en la progresiva conformación del eje chino-ruso y, más recientemente, se han encendido las alarmas ante el borrador de acuerdo de “asociación estratégica integral” entre China e Irán, que ha circulado en Teherán, acuerdo que abarca una diversidad de temas, entre los que destacan: comercio, aspectos militares, la seguridad y la inteligencia.
Otro indicador preocupante es el debilitamiento de los sistemas democráticos; en particular, debido a la tendencia autoritaria y, en algunos casos militaristas, que se está desarrollando en varios países producto de la pandemia del covid-19. Que los autoritarismos crezcan en el plano nacional es una señal peligrosa para la estabilidad del orden internacional, pues los principios universales de libertades y de respeto de los derechos humanos, constituyen anatemas para esos gobiernos.
Si bien para los noventas, Francis Fukuyama anunciaba con su “fin de la historia”, el éxito inexorable de la democracia; luego, los expertos han utilizado diversidad de términos, entre los que destacan: “erosión, reversión o recesión democrática”; precisando, adicionalmente, que a las olas democratizadoras le han sucedido olas de autocratización. Caso reciente en Egipto y se presenta como amenaza potencial en Bolivia.
En este contexto cabe resaltar que, para los gobiernos autoritarios, el ordenamiento interamericano, que privilegia la defensa de la institucionalidad democrática, con la Carta Democrática Interamericana y, en particular, el avanzado sistema de defensa de los derechos humanos, que cuentan con la Comisión Interamericana y el Tribunal Interamericano de los derechos humanos, representan objetivos de ataque con el objeto de debilitarlos o eliminarlos.
A escala global estamos apreciando en los últimos años un creciente rechazo a las instituciones multilaterales, con particular énfasis en las Naciones Unidas y en la Organización Mundial del Comercio. Paradójicamente, en este proceso coinciden los radicales en sus diversas expresiones, privilegiando la soberanía, el nacionalismo, la exclusión y la xenofobia. Las narrativas críticas al orden internacional liberal combina diversos elementos, promueve conspiraciones y falsas noticias estimulando el desasosiego que crece en las sociedades, ante los efectos desequilibrados que conlleva la globalización económica.
En esta reflexión juega un papel privilegiado Estados Unidos, promotor del orden liberal, que en sus inicios, producto de la guerra fría, se presentó más limitado al contexto occidental, pero luego, con la caída del Muro de Berlín, adquiere un carácter global; empero, resulta paradójico que la actual política exterior del presidente Donald Trump, se presenta como un efecto disruptivo de ese orden.
La pandemia del covid-19 acentúa las amenazas al orden internacional liberal y ,en consecuencia, urgen nuevos liderazgos. Todo indica que ha llegado el momento para un mayor protagonismo de la Unión Europea, pero también para nuevos actores democráticos emergentes.
RECUADRO
Europa fortalecida
La crisis de la pandemia del covid-19 ha repotenciado las fuerzas centrípetas y centrífugas en el ámbito europeo. En los inicios de la pandemia se ha cuestionado la pasividad de las instituciones europeas y el incremento de los nacionalismos y proteccionismo que vulnera el mercado comunitario. Las instituciones reaccionaron de inmediato, precisando que los temas de salud son competencias nacionales.
En la medida que la crisis se incrementó por el crecimiento exponencial del virus, afectando a la mayoría de los países miembros, las instituciones asumieron un papel protagónico y finalmente dieron un paso histórico al promover el fondo de recuperación, que por el orden de 750 mil millones de euros finalmente fue aprobado y, los más significativo es que el fondo se asume como una deuda que se financiará con recursos comunitarios en particular con nuevos impuestos. El fondo ha estimulado nuevas energías, indispensables para el protagonismo que reclaman las actuales circunstancias.
Félix G. Arellano