Una de las preocupaciones que tenemos en común quienes ejercemos funciones de protección de activos, es el comportamiento de algunos ciudadanos que rayan en la complicidad con los delincuentes. No se trata por supuesto, de aquellos casos en los que lo hacen de manera premeditada, sino por el contrario, cuando la persona se expone y expone a los demás involuntariamente. A continuación, voy a mencionar algunos de los casos más frecuentes.
Pago en puntos de venta: Desde hace varios meses, algunos locales comerciales empezaron a solicitar a sus clientes las claves de las tarjetas de débito, las cuales deben ser utilizadas para efectuar pagos en puntos de venta. Esa nociva práctica, se ha multiplicado al punto que muchos clientes lo consideran normal, y quienes la solicitan expresan su molestia si no se la dan. La clave debe ser conocida y utilizada únicamente por el titular de la cuenta bancaria. No se deben aceptar argumentos tales como “es que si mueve el punto de venta se apaga”, “tiene unas conexiones flojas” y menos aún “¿es que tengo cara de ladrón? Son elementos de protección que implementan los bancos para proteger a las personas. El local comercial está en la obligación de brindar un servicio de primera calidad a sus clientes y eso incluye la protección. Ahora bien, si el cliente se presta a ese tipo de prácticas, colabora directamente con las amenazas.
Dólares en efectivo: En Venezuela y por diversas razones, cada vez más ciudadanos efectúan transacciones con dólares en efectivo. Existen diversos mecanismos que permiten verificar si un billete es falso y van desde los sencillos marcadores, hasta equipos electrónicos pasando por lámparas especiales. Si recibe despreocupadamente divisas y no toma medidas preventivas es sólo cuestión de tiempo para que pase a ser víctima. Para algunas personas se ha vuelto un tema “de estatus” ostentar la posesión de la moneda estadounidense. Cuando se pregunta sin ningún tipo de precaución y a viva voz “¿aceptas dólares?” o se mantienen billetes en la cartera a la vista de todos, usted coloca un bombillo rojo sobre su cabeza. Lo que resta para el delincuente es un poco de paciencia, seguirlo y listo. El ciudadano ya le puso en bandeja de plata la oportunidad.
Internet: Subestimar la inteligencia de los delincuentes es una demostración de que no se les conoce ni de lo que algunos son capaces. Prácticamente no pasa una semana sin que se conozcan nuevos casos de personas que han sido estafadas mediante redes
sociales, en especial Whatsapp, Facebook e Instagram. La sustitución de identidad es una de las maneras de operar más frecuentes. Los delincuentes o bien crean una cuenta espejo a la de una persona, o logran acceder a la clave de acceso. Una vez hecho esto, empiezan a comunicarse mediante mensajes de las mismas aplicaciones con cada uno de los contactos del titular original. Les indican que tienen dólares para vender a muy bajo precio “ya que tienen una urgencia que atender”. El otro “gancho”, es la presunta venta de artículos o mercancía de alta demanda. Quienes son contactados y no verifican telefónicamente la oferta con sus relacionados, efectúan transferencias bancarias por dólares o mercancías que obviamente nunca verán. Otra modalidad es la de utilizar paginas web reconocidas pero la venta en este caso es de productos falsificados, adulterados o defectuosos, en especial repuestos de vehículos, equipos electrónicos o artículos de cuidado personal. Las “cybercanas al aire”, pueden tener un altísimo costo cuando se entablan conversaciones e intercambios de fotos y videos íntimos, ya que las probabilidades de ser posteriormente extorsionado se incrementan considerablemente. ¿Qué oportunidades otorga el ciudadano y aprovecha el delincuente? No proteger debidamente sus claves de acceso, implementar algunas muy débiles (aunque no lo crea, la famosa 1,2,3,4,5), tomarse a la ligera la medida más básica de todas: verificar la transacción antes de cualquier pago y evitar portales web de estilos que ya es ampliamente conocido son vehículos de software malicioso.
La responsabilidad de su protección no sólo es de los cuerpos de seguridad del estado o de las unidades organizativas del sector privado. Cuando el ciudadano subestima al delincuente, no considera útiles los hábitos de prevención, asume que el delito sólo se ocupa de los demás o se deja llevar por la inmediatez, no sólo está ofreciendo oportunidades, sino que facilita la actividad del criminal. Vale entonces reflexionar si ese conjunto de actitudes no motiva a que pueda ser calificado de cómplice. ¿Involuntario? sí, pero cómplice al fin.
@adogel
Adolfo M. Gelder