Como no sé rezar a Dios, ni a potencia sobrenatural alguna que pueda influir en los acontecimientos, hago de mis deseos profundos una oración. Y se la entrego humildemente a quienes me rodean.
Porque con sus sentimientos es que construyo también esta plegaria particular. Con sus razones amorosas y argumentos del alma.
Exploro nuestros corazones, extrayendo de ellos angustias y esperanzas, supremos desconciertos, confianzas, para amarrarlas entonces con el hilo de la vida en una suerte de ramillete florido de palabras.
Son flores especiales. Como rezos. Tómenlas como palabras sagradas.
Lo son porque provienen de conciencias que se han crecido en la lucha común por constituirnos en humanidad.
Lo son porque están hechas como ofrendas al destino a favor de un ser humano excepcional.
He aquí que el hombre que nos guía está enfermo. Aquel en quien nos reconocemos como pueblo en revolución. A quien amamos. A quien seguimos. Porque él desató los nudos opresores, prendió la luz, tomó con arrojo el testigo de luchadores que nos precedieron y supo unificarnos para la batalla de las ideas.
Porque se hizo Jefe en un concierto de voluntades de hombres y mujeres libres. Cada uno con su dignidad en la frente como una señal bendita y poderosa.
Hablo de Hugo Chávez y rezo por él de esta manera.
No pretendo con ello alterar los acontecimientos. Pretendo asumirlos para darnos fuerza. Y para darle fuerza a él.
No es la intención de estas palabras disminuir la tristeza. Pero sí reforzar con ellas la voluntad de vencer las dificultades, de él y de todos nosotros, combatiendo hasta el límite de lo posible, confrontando el odio de quienes nos adversan y contribuyendo a propagar el amor como una llamarada. Amor de un pueblo conscientemente leal.
Rezo así por la salud de nuestro Comandante.
Con la seguridad de que hasta el último minuto del tiempo que nos sea dado, nos acompañará en la aventura de vivir.
Farruco Sesto