Ni el poder es endosable, ni basta llamarse “alternativa” para serlo. Duras realidades en esta difícil hora venezolana…
“Yo quiero que mi Presidente Chávez sepa lo que está pasando aquí”… “Chávez baja los recursos, pero esta gente se los coge, se los roba, los desaparecen, los problemas se quedan sin resolver y ellos se hacen cada vez más ricos”… “Chávez es bueno, pero esos tipos que tiene alrededor le mienten, le ocultan la verdad”… “Yo también soy Chávez, como dice la propaganda, pero ni de vaina soy Maduro, Diosdado, Jaua, Aristóbulo o ninguno de los otros, ninguno de ellos le da por los tobillos a mi comandante”…
Fauna presupuestívora
Durante más de siete años, dirigentes comunitarios de todos los sectores han usado los micrófonos y las cámaras del Radar para decir sus verdades, hacer sus propuestas y reclamar sus derechos. En particular los dirigentes populares que simpatizan con el proyecto político que lidera el presidente Chávez han usado de manera reiterada al Radar como megáfono y tribuna para sus protestas por una doble razón: Por un lado, son muy activos en la movilización social de calle (más de la mitad de las manifestaciones públicas demandando empleo, vivienda, seguridad o servicios son protagonizadas por sectores descontentos de la base chavista); Por otro, se ven literalmente obligados a llamar al Radar para hacer públicos sus planteamientos porque los medios del mal llamado “sistema nacional de medios públicos” (VTV, ViveTV, ANTV, Radio Nacional y un larguísimo etcétera) son absolutamente impermeables a las protestas populares. Para los medios gobierneros pueblo que protesta no es pueblo, aunque tenga franela roja. Para ellos el término pueblo sólo puede aplicarse con sectaria legitimidad a informes masas que aplaudan, lloren o pasen papelitos a los edecanes, que es el papel que la supuesta revolución boliburguesa reserva a los pobres.
Por eso conocemos muy bien la forma en que el pueblo chavista se expresa de los vicepresidentes, ministros, directores generales y toda esa espesa fauna presupuestívora que integra la alta burocracia oficialista en general y el entorno presidencial en particular. “Burócratas”, “corruptos”, “incapaces”, “chulos”, “ladrones” son algunas de los más recatados adjetivos que hemos escuchado en boca de humildes simpatizantes chavistas a la hora de referirse al funcionariado, generalmente acompañados de cálidos recuerdos a sus progenitoras.
Habría que puntualizar además que en sus conductas cotidianas ese alto funcionariado no suele hacer nada para ser percibido de manera distinta: Curtidos en las duras lides de la adulación, los burócratas han aprendido en estos catorce años que el secreto de la sobrevivencia en la cadena alimenticia gobiernera estriba en ser “arrastrado ante los de arriba” y “prepotente hacia los de abajo”, así que es “normal” que no hayan gozado nunca de demasiadas simpatías en la propia base chavista.
Darwinismo al revés
Tal cosa en realidad no constituía problema alguno… hasta ahora. En efecto, en el pasado reciente destacarse por la eficiencia en el desempeño de un cargo, y obtener por ese desempeño sobresaliente algún tipo de reconocimiento público, podía resultar incluso contraproducente, pues desde la cúspide del poder podía pensarse que quien incurría en tales conductas tenía “planes propios”, lo que generalmente ocasionaba que cayera en desgracia el ingenuo que creyera que en este gobierno se podía ser eficiente impunemente. Ejemplos hay. Pocos, pero los hay. Por eso, la piara burocrática suele dedicar sus esfuerzos a incrementar su fortuna personal y la de sus testaferros, a viajar por el mundo, a politiquear entre ellos, pero rara vez se preocupaban por convertirse en líderes respetados por el pueblo venezolano, y específicamente por el pueblo chavista. Eso no estaba en sus prioridades.
El darwinismo al revés, el triunfo de los menos aptos, es la regla de oro de la sobrevivencia e incluso de la prosperidad en el cerrado ecosistema burocrático de la mal llamada Quinta República. Y así, sin sobresaltos, vivía y engordaba el alto funcionariado gobiernero hasta que la enfermedad del Presidente cambió de manera abrupta el “boliburgues way of life”.
Sólo sirven para un lloriqueo fingido
La crítica situación de salud del Presidente Chávez obliga al prematuramente envejecido entorno presidencial a salir de las sombras, las oficinas y los restaurantes. Ellos, que durante 14 años habían sido tratados como piezas intercambiables desde la cúspide del poder, de repente se ven convertidos en herederos del mando. El mismo canciller Maduro, que hace pocos meses apenas había sido mandado como castigo a ser candidato oficialista a perder en Carabobo, de repente se ve ungido como “sucesor” de un inexistente trono. Torpes, previsibles, buenos apenas para el lloriqueo fingido y forzados requiebros de voz, los que servían para medrar no parecen servir para mandar.
Burócratas asumen el poder
Pero más sorprendidos aun están los chavistas de base, los del pueblo, los que tienen más o menos ocho años diciendo aquello de que “mi comandante es bueno, malos son quienes lo rodean”. Ahora quienes “rodeaban” al comandante ejercen el poder en primera persona. Y ninguna operación publicitaria podrá borrar el hecho de que todas las manifestaciones protagonizadas en los últimos años por la base chavista descontenta fueron para enfrentar no al “imperialismo” ni a “la oposición”, sino a los burócratas que ayer como mandaderos no supieron cumplir lo que hoy ofrecen como mandatarios.
Ese es el drama que se retrata en la cara de los burócratas. No es preocupación por la salud del presidente. Es la certeza de que ellos como gobierno podrán tener legalidad hasta el 9 de Enero de 2013, pero no tienen legitimidad política ni afectiva. Lo dijo hasta el cansancio más de una vez, con su proverbial “modestia” y “humildad”, el propio Presidente: “¡Esos votos son de Chávez, de nadie más!”. Y, al menos en eso, decía verdad: El liderazgo no es “endosable”. Política y afectivamente, lo que queda de gobierno es un cheque sin fondo.
Color de hormiga
Esto acrecienta aun más la responsabilidad de una Alternativa Democrática que tampoco las tiene todas consigo, en esta hora difícil que requiere más estadistas que candidatos. Ese es el color de la hormiga, que te puedo decir…
Radar de los Barrios
Jesús Chuo Torrealba
Twitter: @radaremergencia