Su tenacidad, no afectada por los resultados de las presidenciales de octubre, le otorgó la resiliencia para convertirse sin trauma en candidato regional. Con la misma fe y entrega con la que había recorrido varias veces el país entero en la campaña presidencial, recorrió los caminos de Miranda
De todas las gobernaciones ganadas por el régimen, Chávez hubiera dado unas cuantas a cambio de conquistar Miranda. Un objetivo estratégico de estas elecciones era sacar a Enrique Capriles del camino y abrir la brecha para una disputa interna de la Unidad Democrática por la candidatura presidencial en el proceso que se avecina.
Sin tiempo suficiente para preparar un nuevo candidato que se enfrentara al ungido por el caudillo, la previsión del artículo 233 de la Constitución Nacional de realizar elecciones presidenciales en treinta días, habría tomado totalmente desguarnecida y hasta en pánico a la oposición.
Pero de nuevo subestimaron a Capriles. No valió el abusivo despliegue de dádivas: dinero, electrodomésticos, viviendas, alimentos, tampoco el chantaje a servidores públicos, ni la invocación permanente del caudillo, ni la movilización de votantes con los recursos del Estado para respaldar al hasta hace poco Vicepresidente de la República.
El segundo, por cierto, que es derrotado por Capriles en esa Gobernación. Su tenacidad, no afectada por los resultados de las presidenciales de octubre, le otorgó la resiliencia para convertirse sin trauma en candidato regional.
Con la misma fe y entrega con la que había recorrido varias veces el país entero en la campaña presidencial, recorrió los caminos de Miranda. Pueblo a pueblo, su mensaje fue recibido con aceptación y credibilidad por el aval de su gestión como Gobernador del Estado, por realizaciones concretas y promesas cumplidas, pese al cerco presupuestario que le impuso el gobierno central.
Su triunfo lo confirma una vez más como el líder para el rescate de la institucionalidad y la democracia del país.
Ramón Peña