EFE
De pie frente a su moto, Moise Pierre espera impaciente a los clientes, cada vez más escasos ante la caída de la noche, que empuja a la gente a huir de las calles para evitar ser víctima de la inseguridad en Haití, un país marcado por el incremento de los secuestros que ejecutan las temibles bandas armadas.
Pierre, como buena parte de la población de Haití, se muestra reacio a todo lo que «huela» a vacunación contra la covid-19 en el país más deprimido de América y que es uno de los pocos en el mundo donde aún no ha comenzado la inoculación contra la enfermedad.
«No veo con buenos ojos esta cuestión de la vacuna. No creo en estos dirigentes que tenemos que puedan verificar la fiabilidad de estas vacunas una vez que lleguen. No creo en estas vacunas», dice Pierre, quien dice solventar sus estudios universitarios con su mototaxi.
Al no creer en la existencia de la pandemia, los haitianos rechazan cualquier posibilidad de vacunarse más de un año después de que las autoridades anunciaran el descubrimiento de los dos primeros contagios.
Ciudadanos consultados por Efe se muestran hostiles a cualquier posibilidad de ser vacunados cuando las dosis lleguen al país.
De hecho, mucho antes de que las vacunas empezaran a aplicarse en el mundo, los haitianos se negaban a ir a los hospitales durante el pico de la pandemia en el país, entre mayo y junio de 2020.