Este lunes 2 de agosto la residencia del presidente peruano, Pedro Castillo, amaneció bajo seguridad reforzada luego de que un grupo de violentos manifestantes intentaran llegar a la casa, mientras crece el temprano asedio político del mandatario
Ante este hecho, agentes de la Policía Nacional del Perú (PNP) cercó con un anillo de seguridad el perímetro, para resguardar y evitar que los manifestantes fujimoristas se acerquen mucho más al domicilio en el que actualmente mora el mandatario.
El motivo de la concentración fue el nombramiento como primer ministro de Guido Bellido, diputado del gobernante partido Perú Libre y que es repudiado por opositores porque está siendo investigado por presunta apología del terrorismo, por no calificar de terroristas a quienes fueron integrantes de las fuerzas armadas.
Bellido aseguró: “rechazo categóricamente toda forma de violencia y terrorismo en todos sus extremos” y agregó que “juntos superaremos el racismo, el clasismo, el machismo y la homofobia”, en alusión a los polémicos comentarios que hizo años atrás en Internet.
Pese a ello, los retadores insistieron en que debe ser destituido del gobierno por ser cercano al secretario general de Perú Libre, Vladimir Cerrón, quien enfrenta cargos de presunta corrupción y tiene, afirman, posiciones extremistas y no debe tener contacto con el Ejecutivo.
La diputada Adriana Tudela, de uno de los grupos neoliberales que conforman la mayoría en el parlamento, criticó la composición del gabinete ministerial, que está integrado mayoritariamente por jóvenes y líderes provinciales vinculados a movimientos sociales.
El legislador dijo que la vacante presidencial es una posibilidad y propuso “idear una estrategia inteligente para ganar esta batalla contra el comunismo” y sumarse a los grupos centristas Morado y Somos Perú “para recuperar nuestra democracia”.
Las fuerzas neoliberales y de extrema derecha no suman los dos tercios de los votos necesarios para aplicar la vacante ‘por incapacidad moral’, requisito en el que hay algún motivo para derrocar a un gobernante.