Nuestro estado resistió cuando el país más lo necesitaba, hoy más ojos nos miran y confían en que las cosas salgan bien, que logremos seguir convirtiendo a Miranda en el espejo de la Venezuela posible
Cuando hablamos del caso de Miranda no buscamos simplificar el debate sobre las elecciones regionales, tampoco ser reduccionistas sobre lo ocurrido. La expresión del pueblo venezolano en veinte estados del país demanda igual atención de la dirigencia política nacional que el comportamiento electoral de los mirandinos. Coincidimos que en la victoria del PSUV hay un mensaje a la oposición venezolana que debe ser leído con claridad, sin interpretaciones rebuscadas y teniendo como deber único la rectificación. Pero también creemos que Miranda habló y lo hizo con contundencia. Con todo lo que implica ser uno de los tres puntos azules en medio de un mapa unicolor.
Para nadie era un secreto que Miranda representaba la “joya de la corona”, no porque al gobierno le interesara trabajar por el bienestar de su pueblo, sino porque iban por la cabeza de Capriles. Era sencillo, se sacaba del juego por vía democrática al más incomodo de los opositores, decretando su muerte política a manos de uno de los hombres fuertes de la revolución. Una acción sin ningún costo político a lo interno y a lo externo, que le daba legitimidad al sistema venezolano y le decía al mundo que la hegemonía de Chávez era irreversible con una oposición descabezada.
Nada podía ser más costoso que permitir que Henrique Capriles saliera fortalecido de las elecciones regionales, por ello el gobierno central no escatimó recursos, abusos y amenazas para tratar de torcer la voluntad de los mirandinos o en todo caso tratar de comprarla. Neveras, lavadoras, motos, inauguraciones y todo la estructura del Estado para remolcar a quienes son beneficiarios de misiones sociales.
La verdad es que al final de cuentas la gente aplicó la Misión Agarre, aprovechó la cola al centro de votación, comió y terminó votando por el progreso. Todo gracias a la madurez política de nuestros electores, que saben que la cosa es comida para hoy y hambre para mañana. Entienden que toda esa maquinaria que busca arropar al contrario es pagada con dinero de los venezolanos y debe ser aprovechada.
Ellos también subestimaron a los mirandinos creyendo que colocarían los viajes por encima del deber ciudadano de participar. No contaron con que la gente fuera a votar y su apología a la abstención resultara derrotada estrepitosamente junto con la arrogancia de quien nunca ocultó su odio contra un sector de la población que tras años de trabajo y esfuerzo es considerado de clase media. Hacia ellos nunca voltearon su mirada, el resentimiento no se los permitió, solo los retaron y salieron trasquilados.
En Miranda se derrotó al abuso de poder, a la compra de conciencias, a la mentira, al odio, al revanchismo, se derrotó al Estado-partido haciendo lo que Henrique Capriles sabe hacer: gobernar para todos sin distinción y mostrando una gestión cuya solidez no pudo hacer tambalear la plata de los chantajistas. Nuestro estado resistió cuando el país más lo necesitaba, hoy más ojos nos miran y confían en que las cosas salgan bien, que logremos seguir convirtiendo a Miranda en el espejo de la Venezuela posible.
Henrique Capriles Radonski hoy sale más fortalecido y legitimado. Se pone al frente de los tiempos difíciles que se nos avecinan, defendiendo no solo los intereses de los mirandinos sino de todos los venezolanos.
En Venezuela no hay tiempo para rendirse, más cuando la esperanza ha resurgido con fuerza para no decaer jamás. El cambio está a la vuelta de la esquina, depende de todos que no nos agarre achinchorrados, sino trabajando para que siga habiendo patria, democracia y libertad.
Brian Fincheltub
@Brianfincheltub