En agosto del año pasado, en el centenario de su nacimiento, el pintor venezolano se convirtió en el primer artista en tener su propio catálogo razonado, un trabajo en el que se pueden recorrer las distintas etapas de su vida artística, desde sus trazos constructivistas o formalistas a la geometría lírica
El atelier de Oswaldo Vigas en Caracas se mantiene intacto, como congelado en el tiempo. Allí está la mesa que servía de paleta, donde mezclaba los colores este reconocido artista venezolano, cuya obra se exhibe en museos y galerías de todo el mundo.
Ahora, con motivo del centenario de su nacimiento, Vigas (1923-2014) se convirtió en el primer pintor de su país en tener su propio catálogo razonado, un trabajo en el que se pueden recorrer las distintas etapas de su vida artística.
«Artista ordenado»
Alrededor de la mesa con varias capas de pintura acumulada, hay tres de sus cuadros colocados en caballetes.
Uno de ellos, una magnífica crucifixión «pop» verde y rosa con las formas características de Vigas, es uno de sus últimos trabajos, cuenta su hijo, el cineasta Lorenzo Vigas, ganador del León de Venecia con Desde allá (2015).
«No tocamos nada», dice Lorenzo sobre el taller, abierto por su familia para la AFP. «Lo dejamos como estaba» antes de su muerte, el 22 de abril de 2014.
Al igual que Pablo Picasso, con quien Vigas tiene una foto exhibida en el estudio, el artista venezolano era un adicto al trabajo, que pasó por diferentes períodos, cambiando a veces radicalmente de estilo.
«Trabajaba mucho de noche, hasta las 5 o 6 de la mañana», recuerda Lorenzo. «Se levantaba tarde. La noche era para su arte y el día era más social».
El catálogo razonado de su obra, realizado por la Fundación que lleva su nombre, recorre la prolífica carrera del artista, desde sus trazos constructivistas o formalistas a la geometría lírica.
Fueron necesarios 16 años de trabajo para catalogar las 4.000 obras del artista que «pintaba, pintaba y pintaba», asegura su hijo.
El inventario -que puede consultarse gratuitamente en internet (catalogue.oswaldovigas.com)- es el primero de un pintor venezolano, pues no existen catálogos razonados de los famosos, y a veces rivales, Carlos Cruz-Diez, Jesús Soto, Armando Reverón o Manuel Cabré.
«Mi padre era un artista muy ordenado y que acumuló durante su vida la información de todas las obras que vendió y eso nos permitió como Fundación» hacer el trabajo, señala el hijo. «Sin ese trabajo no hubiéramos podido hacer el catálogo».
Esta monografía contribuirá a difundir mejor su obra en el mundo, explica Lorenzo, pero también a luchar contra las innumerables falsificaciones del artista, que se venden a veces por cientos de miles de dólares.
En el estudio, decenas de obras con la palabra «Falso» están apiladas en el suelo. Ahora basta con unos pocos clics para saber si se trata de un Vigas auténtico o no.
La hija de Picasso
El atelier de Vigas también refleja otra faceta de su vida: es un espacio amplio que permitía recibir muchos visitantes.
«Era un animal social, venía mucha gente, necesitaba eso», recuerda su hijo.
Su viuda, Janine Castes Vigas, de 87 años, recuerda las fiestas y los conciertos. «Venían muchísimas personas», dice.
En las paredes, las fotos reflejan la vida social del maestro. Janine, francesa a quien conoció en una boite durante su etapa parisina en los años 1950 y 1960, tiene una anécdota para cada una.
La de Picasso, por ejemplo, es anterior a que se conocieran. «Todos los artistas sudamericanos soñaban con conocer a Picasso. Oswaldo conquistó a la hija de Picasso. Maya se enamoró de Oswaldo y él la convenció» para que le presentara a su padre.
Maya Widmaier-Picasso murió en diciembre pasado.
En el muro aparecen fotos con el colombiano Fernando Botero, el cubano Wifredo Lam y el crítico francés Gaston Diehl.
Janine mira con nostalgia una foto de París en la que Vigas aparece tocando las maracas junto a Soto en la guitarra y los también artistas Elbano Méndez Osuna, en la mandolina, y Jesús Hurtado. «Fue un gran momento. Nos divertimos mucho».
Inspiración precolombina
En otra sala del estudio destaca una impresionante colección de arte precolombino y máscaras africanas que le sirvió de inspiración, otro punto común con Picasso.
Muchas las compró en Saint Ouen, en las afueras de París. Recuerda la viuda que al verlos les llovían los vendedores ofreciendo obras «y casi siempre terminaba comprando». «Me decía ‘¿viste qué bonito? ¿Cuánto dinero nos queda?’».
La serie de Las Brujas, que constituye un eje de su obra, está inspirada en este arte primitivo. «Poco antes mi padre hace un viaje por toda Venezuela buscando los signos de la Venezuela prehispánica», señala Lorenzo. «Los petroglifos, sobre todo, y llegó hasta la Guajira para ver las pinturas que las indígenas se hacían en la cara».
«Fue determinante, encontró su raíz en este viaje», sigue. «Es el primer venezolano que pudo, agarrando los elementos primitivos de su país, hacer una obra contemporánea».
Y fue esa conexión con el país la que lo hizo volver de Francia tras años muy fructíferos. «Ese llamado de la tierra era muy importante», asegura Lorenzo.
En la actualidad, Lorenzo y Janine buscan a través de la Fundación y el catalogo dar a conocer la obra de Vigas.
«Como a mi padre no le interesó la promoción (de su obra) cuando estaba vivo, nos ha quedado a nosotros», señala Lorenzo. «Pero es muy emocionante ver que hay gente en el mundo que lo está descubriendo y que se apasiona».
Agencia AFP