Hace pocos meses hice el análisis de contenido de una película venezolana y aseveré que nos merecíamos, por lo menos en las películas, tener un final feliz donde los valores, los derechos humanos y la justicia triunfaran, aunque sea por aquello de la fantasía propia de la pantalla grande.
Gran satisfacción sentí cuando vi la película Azul y no tan Rosa de Miguel Ferrari. Me sentí reivindicada como ciudadana al ver temas profundos como la homosexualidad, el cambio de sexo, la homofobia, la violencia doméstica, los problemas adolescentes, las interacciones de distintas culturas, entre otros tratados con un nivel único de conciencia, de respeto, de reflexión, acompañado con un toque especial de intriga, diversión, emotividad y mensaje que pone a pensar ¿qué estamos haciendo en Venezuela por la igualdad? ¿Existe real disposición a reconocer que, más allá de una declaración de universal derecho, necesitamos desarrollar mecanismos sociales, culturales y legales que nos permitan una verdadera integración con quienes han decidido responsablemente el manejo de su sexualidad, vinculándose con personas del mismo sexo, o cambiando su sexo original? Estamos a mil años luz de bases legales, pero a leguas de respetar la diversidad sexual, desde el punto de vista social. Una falsa moralidad cubre a muchos. Nos creemos jueces para sentenciar a otros a quienes vemos como “enfermos, raros, locos”.
Padres que se niegan asumir que sus hijos tengan parejas del mismo sexo y entonces viven en un mundo de mentira, negando la realidad y haciéndose que no la conocen, cuando en el fondo sólo están reprimiendo sus emociones, propias de una cultura impuesta por nuestras sociedades castigadoras.
En Azul y no tan Rosa la trama central basada en la relación entre dos hombres, un fotógrafo (Guillermo García) y un médico (Sócrates Serrano) muestra sin tabú una relación homosexual admitida por algunos miembros de la familia y negada por otros. Ferrari logró que existiera sexualidad no explícita y una sensualidad única entre ambos personajes, destacándose maravillosas actuaciones de venezolanos que producen que quedemos enganchados con los personajes, defendiendo de manera automática un amor libre y responsable entre dos hombres, asunto que además hay que explicarle a un hijo adolescente que tiene sus propios conflictos, frente al espejo. Azul y no tan Rosa nos pone frente a la homofobia y nos hace llorar de impotencia. Muchos piensan que eso no existe en este país. Nada más falso, está en todos los rincones y vive muy dentro de nosotros.
Hay muchas formas de manifestarla, las burlas y los chismes mal sanos son muestra de ello. Sin contarles el desarrollo, porque es inevitable insistirles en que vayan a verla, se viven momentos muy duros, con frases contundentes, con escenas inolvidables que nos ponen en un paredón como sociedad. No hay groserías, no hay desnudos, no hay policías corruptos, no hay vulgaridad. No hay tiros entre policías y ladrones. No nos degrada en pantalla destacando lo peor de nosotros. Por el contrario nuestra cultura se desarrolla como es, sin quitarle ni ponerle. La justicia funciona en Azul y no tan Rosa, tarde, pero responde gracias a la persistencia de las víctimas, lo que sin duda es también un mensaje de nuestro papel frente a las instituciones.
Miguel Ferrari y su elenco nos quitan las vendas de los ojos. Desmonta varios tabúes y nos deja sembrado el gusanillo de la culpa, de la reflexión, pero sobre todo de la necesidad de acción. Acompañando a la trama central otras dos historias: la de violencia doméstica y el círculo vicioso de la dominación cultural y económica del hombre hacia la mujer disfrazada de una falsa historia de amor, perdón y olvido. Queda claro que el apoyo a la mujer víctima de violencia es imprescindible. La otra, las personas transgénero, en una actuación de Hilda Abrahamz que muchos han catalogado como la mejor de su carrera. Nació como hombre pero decidió ser mujer y abrirse un espacio, sin complejos frente a todos. Miguel Ferrari además nos permite disfrutar de un paisaje venezolano que nos reivindica frente al caos de nuestras ciudades, que nos ha convertido en sicóticos del pavimento.
Azul y no tan Rosa, en mi opinión, es la mejor película venezolana vinculada con un tema de derechos humanos que resalta la posibilidad de desarrollar proyectos de nivel, de calidad. Cada escena te sorprende; todo aquello que crees va a suceder, por los ya trillados y típicos guiones, no sucede, esto atrapa, cautiva y permite llenar la sala de aplausos, porque sin duda los venezolanos merecíamos una película como esta donde sobra el talento, la originalidad, la creatividad y el sentido educativo.
Los grupos discriminados encuentran en Azul y no tan Rosa la oportunidad mágica de elevar el tono socialmente y de sentar a muchos padres, amigos, jefes y políticos frente a la pantalla para que sepan de realidades, pero también de alternativas. Mil gracias a Miguel Ferrari y a todo su equipo por lograr cautivarnos, comprometernos y mostrarnos la calidad de un cine que merece más que un Oscar de la Academia el aplauso de pie de los venezolanos que luchamos por una sociedad de iguales. No hay duda, la vida es Azul y no tan Rosa. ¿De qué color es la que tú estás viviendo?
TIPS PARA QUE TE DEFIENDAS
- Azul y no tan Rosa debe ser una película que se presente en todos los espacios educativos en foros de discusión. Desde edades primarias los niños deben generar opinión sana y de debate en torno a los temas que desarrolla la película. Debemos preparar a los ciudadanos para asumir, respetar y entender la diversidad sexual.
- Hay que plantear los temas de discriminación, homofobia y toda forma de violación del derecho a la igualdad con elevado contenido de conciencia social. Somos los ciudadanos quienes debemos exigir a los gobernantes que tomen medidas que permitan que legalmente existan las bases para garantizar la igualdad.
- Azul y no tan Rosa debe inspirar a escritores y dramaturgos venezolanos a desarrollar temas con este contenido y nivel, en novelas, series y otros espacios cercanos al ciudadano. Esta es la mejor forma de educar sin generar tabúes ni traumas.
- Padres, familiares, amigos, no se nieguen a una realidad que existe. La diversidad sexual no hace ni mejores ni peores a los seres humanos. Todos somos realmente iguales ante los ojos de Dios y ante la ley. Sólo nosotros lo hacemos diferente.
- Luego que vea Azul y no tan Rosa plantéese que haría usted si le toca asumir cada uno de los roles que muestran en la película. Paséese sin complejos por cada una de esas posturas. N o hay nada mejor que ponerse en los zapatos de otro para entender su realidad.
Mónica Fernandez @monifernandez