Los niños que tomaron leche materna en los primeros seis meses y continuaron con una alimentación sana, rica en legumbres, queso, frutas y vegetales, lograron dos puntos mayores a la edad de ocho años
Los niños que mantienen una alimentación sana en sus primeros dos años de vida tienen un coeficiente intelectual un poco superior, mientras que los que consumen mucha comida chatarra presentan un índice inferior.
A dichas conclusiones llegó un estudio realizado por la Universidad de Adelaide (Australia). En vista de los resultados, Lisa Smithers, nutricionista a cargo de la investigación, afirma que «es muy importante considerar el impacto a largo plazo de los alimentos que damos a los chicos».
• ALIMENTACIÓN CEREBRAL
Los investigadores trabajaron con 7.000 niños y analizaron a fondo sus hábitos alimenticios desde el nacimiento hasta los dos años de edad, teniendo en cuenta factores como el consumo de leche materna, comida casera y comida chatarra, entre muchos otros. Además, cada voluntario completó una prueba para medir su coeficiente intelectual a los ocho años de edad.
«Encontramos que los niños que tomaron leche materna en los primeros seis meses y continuaron con una alimentación sana, rica en legumbres, queso, frutas y vegetales, lograron un coeficiente intelectual dos puntos mayor a la edad de ocho años», afirma Smithers.
Por el contrario, los voluntarios que comían habitualmente galletitas, chocolates, dulces, gaseosas y papa fritas en los primeros dos años de edad mostraron un coeficiente dos puntos menor a los ocho años.
Smithers considera que esta diferencia se debe a que la alimentación provee los nutrientes que se necesitan para el desarrollo de los tejidos cerebrales en los primeros dos años de vida. Por ese motivo la experta cree que su investigación muestra la importancia de dar a los chicos una alimentación equilibrada.
Y agrega que «aunque la diferencia en el coeficiente intelectual no es muy grande, nuestro estudio demuestra que los patrones alimenticios de los 6 a los 24 meses de edad tienen un efecto pequeño pero significativo en el coeficiente a los ocho años.