Michel Andrea Buraglia Ruda, de 16 años de edad, hacía una práctica de básquet en el patio del liceo Andrés Bello, cuando fue herida por un disparo que le entró por el extremo derecho de la espalda y le salió por el pecho, a nivel de la mama izquierda. La jovencita cayó al piso en el patio central del plantel ubicado en la avenida Universidad de la parroquia La Candelaria y murió, pese a que sus compañeros intentaron reanimarla. Para entonces no sabían que estaba herida de bala, ya que convulsionó por unos segundos antes de expirar.
De inmediato el rumor se corrió por todas las aulas y los estudiantes se aglomeraron alrededor del cuerpo tendido en el patio del liceo. En los balcones de los pisos que le alzaban alrededor, otros intentaban observar la escena. Los profesores exigieron que todos regresaran a sus aulas, mientras que la directiva notificaba la situación a funcionarios de la PNB que resguardan la estación del Metro Parque Carabobo.
EL cadáver de Michel Buraglia fue cubierto con una tela. La jovencita vestía la franela blanca de deportes con el pantalón de mono rojo del liceo, correspondiente a la jornada de Educación Física. Sus amigas más cercanas no podían creer lo que sucedía y su irremediable llanto obligó a los docentes a alejarlas del sitio para darles consuelo.
Los efectivos de la PNB se apostaron en la entrada del liceo, para dar cumplimiento a la orden de que nadie entrara ni saliera del lugar. De inmediato un grupo de estudiantes de liceos cercanos se agolparon a las puertas. Todos comentaban las versiones imprecisas que habían recibido de sus amigos que estudian en el liceo donde ocurrió el asesinato.
Junto a los curiosos liceístas, padres y representantes elevaban su exigencia por saber de sus representados. Algunos intentaban divisarlos desde la calle, pero sin éxito porque todos fueron confinados en el auditorio. Le impedían hacer llamadas desde sus teléfonos celulares y mandar mensajes de texto.
Yadira Oropeza, subdirectora del liceo, se acercó a la entrada para pedir a los representantes que tuvieran paciencia. “Aquí está el Cicpc y los estamos atendiendo”, dijo, aunque de manera poco respetuosa le dio la espalda a la prensa diciendo que no estaba autorizada para declarar.
Cicpc en el sitio
Aproximadamente a las 12:00 del mediodía, una comisión de la División contra Homicidios del Cicpc llegó al liceo que estaba rodeado por representantes que exigían conocer el estado de sus hijos, sobrinos y nietos. Junto a ellos, otro nutrido grupo de estudiantes de liceos vecinos, hacían conjeturas de la vaga información que inevitablemente corría vía mensajes de textos.
El cadáver de la liceísta fue sacado por parte posterior del plantel, para evitar la presencia de los medios de comunicación. Afuera, los padres enfurecidos condenaban el hermetismo de los educadores y el riesgo del ingreso de armas de fuego al lugar.
Lisbeth León, madre de una estudiante de primer año, dijo que estaba haciendo compras cuando recibió un mensaje de su hija, diciéndole que habían matado a una estudiante. De prisa se fue al liceo, pero tampoco pudo ingresar. “Esto no puede ser posible. Sé que mi niña está bien, pero imagínate tú mi desespero y que además no nos digan nada”, comentó.
Yadira Oropeza, representante de otra estudiante, ofreció una versión similar. Cuando conversó con su hija, esta le contó que escuchó el impacto pero pensó que era un fosforito. “Imaginate tu la inocencia de ella que ni le pasó por la mente pensar en un tiro”, agregó.
Disparo rebotó en el piso
El Cicpc investiga si el disparo que le causó la muerte a la estudiante provino desde el interior del liceo o se trató de una bala perdida. La trayectoria intraorganica indica que el proyectil impacto primero en el piso y en el rebote hirió a Michel Buraglia. Extraoficialmente se conoció que en el tercer piso del plantel la policía colecto una concha de proyectil que será sometido a comparaciones balísticas para determinar si corresponde a la bala que le causó la muerte a la jovencita.
El Ministerio Público comisionó a los fiscales 19° nacional y 112° del Área Metropolitana de Caracas (AMC), Jairzinho Orea y Adriana Meaño, respectivamente, para dirigir las averiguaciones en torno al asesinato.
LA VOZ /AA