En ambos grupos se dan con mayor o menor énfasis los mismos rasgos y casi todos esperan que el Estado solucione sus problemas. Con sinceridad y mucha pena debemos reconocer que somos un país con más defectos que virtudes, lo cual explica en parte nuestro subdesarrollo.
Este no es el país deseable. Tampoco lo era ese que describe Mirtha Rivero en su excelente libro «Historia menuda de un país que ya no existe», el cual nos permitimos recomendar. Somos un país dividido. De un lado tenemos dirigentes y ciudadanos para quienes la democracia, la convivencia, las leyes y los principios y valores de nuestra civilización poco significan. Del otro, están quienes aparentemente tienen inculcados los genes de la democracia y que dicen luchar por un país en el que se respete el Estado de Derecho.
Sería muy superficial sostener que unos son los malos y otros los buenos. O para ponerlo en términos de polarización que unos son los chavistas y otros los demócratas. Realmente en ambos grupos se dan con mayor o menor énfasis los mismos rasgos y casi todos esperan que el Estado solucione sus problemas. Con sinceridad y mucha pena debemos reconocer que somos un país con más defectos que virtudes, lo cual explica en parte nuestro subdesarrollo.
Aunque no sea popular afirmarlo, quizá el rechazo que muchos tienen al teniente coronel que lucha por su vida es más por su lenguaje grosero y descalificador que por sus violaciones a las leyes. Pareciera que los atropellos a niños y ancianos habitantes de Los Semerucos, los asesinatos de Evangelina Carrizo, Maritza Ron, Antonio López Castillo, Sánchez y Franklin Brito y las injustas prisiones de Simonovis, Vivas, Forero y efectivos de la Metropolitana, así como los numerosos exiliados son menos importantes que los insultos de apátridas y otras descalificaciones.
El nuevo gobierno que asumirá el poder después de las inevitables próximas elecciones debería fijarse dos objetivos principales predicar, practicar y defender los valores de nuestra civilización, y luchar contra la pobreza en las que están sumidos once millones de nuestros compatriotas. Esto último implica revisar esa absurda visión estatista alimentada con los petrodólares.
Es necesario desmontar ese mito que nos han intentado vender estos catorce años de que el sector privado es el culpable de nuestros males. A su vez, los empresarios deben mostrar mayor responsabilidad social con sus trabajadores y clientes.
Lo anterior no podrá cumplirse sin un acuerdo con el chavismo sin Chávez. Estamos convencidos que ese sector se debilitará pero seguirá fuerte y no se visualiza que se produzca una ruptura entre Maduro y Cabello. Por ello hay que negociar una relación ganar-ganar. Caso contrario el país seguirá siendo el del pasado y del presente, es decir un país subdesarrollado en que sus mejores hijos seguirán emigrando.
Como en botica: El Informe del Banco Central reconoce que el sector refinación de petróleo tuvo un crecimiento negativo de -0,8% como consecuencia del accidente de Amuay. Rafael Ramírez sigue sin informar sobre las causas de dicho accidente, aunque es vox populi que se debió a falta de mantenimiento y de una operación inadecuada. Mientras tanto seguimos importando gasolina y las bombonas de gas para uso doméstico son difíciles de conseguir. ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!
Eddie. A. Ramírez S