“No se trata de un acuerdo para mantener el estado de cosas. Hay cambios urgentes, como la efectiva desconcentración del poder”
Para quien se sienta agraviado por el resultado de una elección, nada hay que pueda reconfortarle ante la ilusión perdida. Es una percepción que no pasa por la razón, sino por el sentimiento. Detrás de ello está la condición humana y es natural que ella se manifieste, aunque no necesariamente se imponga. Es fundamental el tener carácter y visión para entender que la adversidad electoral, como uno de los tantos elementos de la vida, es solo estación de paso. El porvenir, es en cambio oportunidad para todos y muy en particular para quienes fueron favorecidos por el voto popular, quienes tienen ahora desafío y compromiso. Estamos frente a una coyuntura agónica, casi existencial para el país, según la óptica de muchos. O votamos por un continuismo pernicioso o producimos un cambio. Apostamos al cambio con la candidatura de Capriles, quien está realizando una campaña de contacto personal, con un lenguaje de inclusión, respeto y tolerancia. Su oferta electoral gana cada día más adeptos y no es de extrañar una victoria sólida, que no deje dudas.
Pero cualquiera que sea el resultado del 7 de Octubre, la primera tarea de ambas tendencias debe ser el procurar la reconciliación. Ella les conviene a todos y es válida en cualquier frente de la vida nacional, no sólo en el político. Son incalculables las heridas y la mesa de la concordia mucho invoca y a todos convoca. En este contexto, la política y la conformación del nuevo gobierno representan las caras más visibles, pero otros procesos por venir en lo inmediato, son determinantes en crear el ambiente propicio en la búsqueda de reconciliación. Es el caso de la integración de una nueva Asamblea Nacional, quienes tienen la obligación que les impone la vida democrática de reconciliarse entre ellos mismos, sino con el electorado, con la sociedad misma a la que dicen representar. También es menester reconciliarse consigo mismo, como ya hemos apuntado, además con la investidura que los obliga a actuar con responsabilidad democrática.
Para la reconciliación se requiere más que humildad de los ganadores, sino sensibilidad con el adversario, con el que ha disentido de sus ideas y, especialmente con aquel, que sin justificación, ha perdido esperanzas sobre los que los gobiernos pueden hacer. No se trata de una impostura, sino de entender que la crisis de las instituciones representativas, tienen que ver, lamentablemente con la generación de políticos y gobernantes de los últimos 14 años. No sobra recordar que el mundo estudiantil, una generación de la República restaurada, se ha proyectado años luz en la procura de espacios impulsando un cambio. Es tal vez, el reconocimiento de las faltas compartidas por no haber podido convertir a la democracia venezolana en un régimen político acreditado por sus resultados.
La reconciliación y la concordia tienen agenda. No se trata de un acuerdo para mantener el estado de cosas. Hay cambios urgentes, como la efectiva desconcentración del poder. El centralismo oprobioso que despoja al país de lo mejor de sí mismo. Las finanzas regionales y municipales padecen graves crisis; desde el centro se cometen abusos y descuidos. Los recursos asignados a los gobiernos locales son insuficientes para el cumplimiento de sus responsabilidades. Esa ancestral práctica centralista debe ser interrumpida por un federalismo activo y creativo.
Los partidos políticos siguen viviendo un descrédito, que es la resultante, en buena parte de un autoritarismo y la enorme distancia que media entre ellos y los ciudadanos. La retórica utilizada es casi un insulto frente al sentimiento de orfandad de una sociedad ayuna de representantes institucionales. Ello es lo que origina la inclinación por el caudillismo, lo que implica depositar en una sola persona, los anhelos y las esperanzas.
El país y la democracia exigen un punto de inflexión. Los resultados del 7 de Octubre, supondrá una nueva forma de entendimiento. Al gobierno le corresponderán las tareas ejecutivas, pero entendiendo que al frente hay un volumen considerable de ciudadanos que merecen respeto y consideración.
Presidente Ifedec-Sucre
César Yegres M.