Una delirante irresponsabilidad, si las hay; porque un Estado tan reventado de problemas como el venezolano necesita una jefatura, así esta tenga las características tan inconvenientes y regresivas de la del señor Chávez
La consecuencia principal de la decisión de la Sala “Constitucional” del TSJ que inventa el “principio” del empate de los períodos presidenciales a fin de justificar la ausencia del señor Chávez, aparte, claro está, de dinamitar varias disposiciones de la muy dinamitada Constitución, es la de consagrar el Estado acéfalo, o el Estado sin cabeza, o el Estado sin jefe.
El jefe de Estado formal, o el señor Chávez se encuentra gravemente incapacitado para cumplir sus responsabilidades, no por una causa sobrevenida sino por una prolongada enfermedad que cada vez le incapacita más. La solución que ofrecía la Constitución para esta delicada situación en vísperas del inicio de un nuevo y distinto período de gobierno, era que el presidente de la Asamblea se encargara de la presidencia y se evitara la acefalía.
Pero no. Las razones políticas se le impusieron a la letra, espíritu, propósito y razón de la Constitución, y ahora el Estado venezolano se encuentra oficialmente descabezado. El presidente Chávez continúa ausente y su estado de salud, según los comunicados políticos, es “estacionario”, o sea muy grave. El vicepresidente Maduro, cuya legalidad en el cargo luego del 10 de enero es, cuando menos, precaria; no es ni ha sido presidente encargado sino sólo vicepresidente. No puede ser, por tanto, cabeza del Estado.
La silla de Miraflores está completamente vacía desde hace más de un mes, y relativamente inutilizada desde hace meses, y la previsión constitucional para tan obvia situación de falta temporal, ha sido reiteradamente desechada por el oficialismo. No se ha encargado a nadie de la presidencia acéfala y por lo tanto esta se mantiene así, sin cabeza.
Y ni hablar del supuesto de falta absoluta por la vía de la certificación de una junta médica. La presidenta del TSJ, Luisa Estella Morales, no concibe que haya méritos ni para pensar en eso; y no importa que la notoria ausencia del señor Chávez se deba a un padecimiento oncológico que lejos de aliviarse, se agrava. Parecería que la decisión política fuera que la acefalía durase hasta que el cuerpo aguante…
Una delirante irresponsabilidad, si las hay; porque un Estado tan reventado de problemas como el venezolano necesita una jefatura, así esta tenga las características tan inconvenientes y regresivas de la del señor Chávez. Más peligrosa que su jefatura es la jefatura de nadie, porque entonces el Estado termina de irse al garete y el conjunto del país se termina de sumir en una anarquía sin orillas.
Y en eso estamos y se siente en la calle con creciente intensidad. Si ya el señor Chávez era un símbolo del abajamiento político en la “conducción” del Estado, sus segundones, Maduro y Cabello, son el abajamiento del abajamiento, y además no tienen las potestades para compensar o superar la acefalía.
La decisión política de consagrar el descabezamiento del Estado venezolano –refrendada por el TSJ—sólo podría tener una explicación verosímil en que las llaves de la caja fuerte la tienen los hermanos Castro Ruz; que las han tenido de maneras más disimuladas desde hace mucho tiempo, pero que ahora las desean tener más activa y soberanamente. La patética charada miraflorina del 10 de enero fue bastante crasa al respecto. Hubo momentos en que no se podía distinguir si el homenajeado era Chávez o Fidel.
¿A dónde nos lleva el Estado sin cabeza? Pues al peor de los escenarios: más aventurerismo, más irresponsabilidad, más depredación, más confusión, más desamparo. El Estado acéfalo es un enemigo salvaje de una nación tan agobiada como la nuestra.