La resistencia del sacerdote Marcos Robayo, de 80 años, párroco del templo de San Martín de Porres en la UD2, desató la ira de dos antisociales, quienes le golpearon repetidamente provocándole entre otras lesiones, fractura facial. El cura colombiano tiene 30 años de residencia en Venezuela
Al menos de dos delincuentes que la madrugada de ayer intentaron cometer un hurto en la nave principal de la iglesia San Martín de Porres, en la UD2 de Caricuao, propinaron un brutal golpiza al párroco de 80 años de edad, cuando profanaban los accesos al templo católico.
Eran aproximadamente la 1:00 de la madrugada del martes, cuando Aura Báez, sobrina del sacerdote y quien lo asiste en la casa parroquial, escuchó un agudo sonido que emitía el metal de la puerta que da acceso a la iglesia cuando era golpeada con un objeto.
Tras los constantes robos que se han cometido en el oratorio, la mujer decidió llamar por el intercomunicador al párroco que dormía en su habitación.
Marcos Robayo, de 80 años de edad, se levantó de prisa y junto a su sobrina comenzó a encender las luces que apagaban de manera intermitente para ahuyentar a los vándalos. Como los golpes no cesaban, decidieron hacer sonar las campanas del templo, medida acordada como una señal de alarma para los vecinos.
El sacerdote contó que permaneció oculto en la sacristía hasta que dejaron de escuchar pasos. Trascurridos unos minutos, decidió salir para verificar los daños en la iglesia y si habían logrado ejecutar el robo, pero frente a la reja fue sorprendido por los antisociales que sin mediar palabra le propinaron un fuerte golpe en la cabeza.
No cumplió sus órdenes
Aturdido por el impacto, que presume le propinaron con un objeto contundente, Royano intentó ponerse de pie. Cuando lo logró, los sujetos le dieron órdenes de permanecer en silencio y a empujones trataron de llevarlo hacia el estacionamiento donde se eleva el cerro entre la maleza. “Yo no dejé que me llevaran a ese lugar porque dije, por allá va a ser peor. Hice fuerza para no dejarme empujar porque ahí al menos podía gritar”, contó.
La resistencia ejercida por el cura desató la ira de los asaltantes. En respuesta fue golpeado una y otra vez en el rostro, hasta ocasionarle fractura facial y fisura en el ojo izquierdo. Cuando se dejó caer de rodillas, sangrando incesantemente, uno de los sujetos lo obligó a desprenderse de su reloj de pulsera. “me preguntaron si cargaba dinero encima y les dije que no”, relató.
Aura Baez, dijo que al ver que trascurría el tiempo y su tío no regresaba salió a buscarlo, pero antes llamó a la policía. Cuando se aproximó a la entrada lo encontró tirado en el piso casi inconsciente. Lo alzó y con ayuda de la Policaracas le prestaron primeros auxilios. En horas de la tarde, fue sometido a exámenes para evaluar su cuadro clínico.
Hace cuatro años, la sobrina del cura diocesano fue herida de un disparo en el pie, cuando en una situación similar se opuso al hurto de los consultorios de una sede de Caritas (organización de ayuda humanitaria de la iglesia católica internacional) que funciona en un anexo de la parroquia.
Contó que el año pasado el templo fue objeto de la menos 12 hurtos y robos. Se han llevado sillas de la sede de pastoral, instrumentos musicales, enseres y dinero en efectivo de las ofrendas.
A raíz de los asaltos decidieron hacer reuniones con la comunidad. En vista de no contar con el apoyo de las autoridades, idearon mecanismos de alerta para hacerles saber a los feligreses que están en peligro. Una de las medidas es sonar las campanas, pero en esta ocasión la estrategia no surtió el efecto deseado.
Por si fuera poco, en los alrededores se han registrado homicidios. El de un sargento de la GNB ocurrido en las escaleras que conducen al barrio García Caraballo, mientras que en noviembre pasado un taxista fue ultimado a tiros y luego los homicidas le pasaron su propio carro en marcha por encima.
Una larga vocación
Marcos Robayo, sacerdote diocesano perteneciente a la Arquidiócesis de Caracas, es natural de Cundinamarca, Colombia. Tiene más de 30 años en el país. En 1982 fue vicario de la Basílica de Santa Teresa y en julio de 1992 lo nombraron párroco de la parroquia San Martín de Porres. El sacerdote es capellán del Instituto Geriátrico (Inager).
AA