“Cuando empecé la carrera una profesora nos dijo que quien estudiaba Educación lo hacía siempre por dos motivos: o tuvo una o un docente especial que la motivó (…), o se tuvo un modelo totalmente contrario, negativo, que nos llevaba a ser docentes para ser totalmente opuesto a ese modelo”, expresó Zenits Correia, integrante del Programa de Educación Popular en Derechos Humanos de la Red de Apoyo por la Justicia y la Paz
“Del docente depende mucho más que simplemente (la alumna o el alumno) aprenda ciertos contenidos sobre los derechos humanos y de paz. No se da por lo que el docente dice sino por lo que hace, por la manera como actúa. Está en la forma como la y el docente enseña, en la forma como se relaciona con sus alumnas y alumnos, en la manera como corrige el error o la falta, en la manera como premia y estimula el éxito, de su relación con sus colegas, con la comunidad, etc. El verdadero papel del docente es promocionar una educación para la paz”. 1
Desde la Red de Apoyo por la Justicia y la Paz compartimos esta afirmación y por eso, desde hace mucho tiempo diseñamos y facilitamos talleres para formar docentes en valores, en respeto hacia los derechos humanos, a fin de prepararlas y prepararlos para que sean trasmisoras y trasmisores de una cultura de paz y no violencia.
Hoy queremos que conozcan a Zenits Correia, docente de profesión y de alma e integrante del Programa de Educación Popular en Derechos Humanos de la Red de Apoyo por la Justicia y la Paz, porque ella descubrió la esencia de ser docente.
-¿En qué área te graduaste?
-Soy licenciada en Educación Integral desde el año 2002. Además, hice una especialización en el área de Planificación y Evaluación de la educación. Siempre me ha gustado estudiar y prepararme, mas no con el fin de obtener mayores ingresos (por ejemplo, el título de la especialización nunca lo llevé al Ministerio para obtener mayor salario) sino porque considero que la preparación es fundamental si queremos que las y los estudiantes puedan aprender con claridad y calidad.
-¿Por cuánto tiempo ejerciste la docencia en el aula?
-Si conversamos acerca de la docencia profesional o “formal” debo decirte que comencé jovencita. A los diecinueve años ya tenía estudiantes a quienes les llevaba a lo sumo nueve años; fue una experiencia grata porque además inicié en un excelente lugar que es en donde aprendí con excelentes maestros y maestras a desarrollar un sin fin de actividades, de estrategias, derroches de creatividad y, sobre todo, a no olvidar que estaba frente a niñas y niños, a seres pensantes y principalmente con realidades que debían ser tomadas en cuenta. Hoy es grato ver que ya tengo estudiantes profesionales, madres y padres de familia, y sobre todo, contemporáneas y contemporáneos conmigo.
Cuando te digo formal, es porque yo nací para ser maestra, desde niña jugaba a serlo y soñaba con tener un salón de clases, jugaba con mis muñecas. En el liceo, mis labores comunitarias estaban relacionadas siempre con la enseñanza; me encantaba dar clases, ayudar a las docentes e incluso a las hermanas a preparar las mismas. Así que la vocación de docente siempre estuvo conmigo.
Práctica educativa amorosa
-En tu experiencia, ¿cuál debería ser el principal papel de la docente o el docente?
-Comprender que más que docentes somos aprendices; sí, aprendices de la realidad de cada estudiante, para poder convertir esas realidades en enseñanzas, para comprender al grupo que tienes en tus manos y por supuesto, entender que somos iguales, que no tenemos un pedestal por encima de las chicas y los chicos del aula, no les hablamos por encima del hombro sino frente a frente, sin buscar errores todo el tiempo; al contrario, partimos de las experiencias positivas. No lo sabemos todo.
-¿Cómo describirías tu práctica educativa?
-Mi práctica educativa podría definirse de varias formas: amorosa, porque no puede haber vocación si no hay amor por lo que se hace; comprometida, porque en primer lugar siempre estuvo el deber de mejorar para poder dar lo mejor de cada estudiante; basada en el respeto por las diferencias y las individualidades, enseñando que siempre es importante llegar a los acuerdos antes que la imposición; divertida, porque solo aquello que genera diversión puede motivar a la y al estudiante y todo eso se resume en el respeto por los derechos.
No excluir a nadie
-¿Podías contarnos alguna anécdota en el aula de clases?
Podría describirte muchas anécdotas; al inicio de un año escolar tuve un grupo llamado “difícil”, que es la etiqueta normal de algunas y algunos cuando el mismo no sigue las imposiciones de los mayores. Al conocerlo, me di cuenta de que parte de esta etiqueta radicaba en el hecho de que estaban aburridas y aburridos, no había motivación, pero tenían grandes ideas.
Decidí darles la posibilidad de elegir el proyecto de aprendizaje tal cual como debe ser; eligieron un proyecto acerca de las culturas urbanas, concretamente de las y los patineteros. Fue una experiencia grata, pues además de partir de sus experiencias, se respetaron diferencias, se generaron aprendizajes positivos y aprendieron a llegar a acuerdos. Ese grupo fue uno de los más recordados.
También recuerdo que en más de una ocasión, como era de costumbre, me tocaba organizar los actos culturales del grado (éramos varias secciones por grado). Yo lo hacía con gusto y lo más importante es que jamás le negué la oportunidad a quien quisiera participar; como resultado de la inclusión, tenía como a sesenta estudiantes en las presentaciones, mucho trabajo, pero el hecho de no excluir a nadie los hacía comprender que todas y todos podían participar, sin la típica exclusión por tamaño, físico o “talentos”. Mis compañeras y compañeros siempre estaban a la expectativa de ver cómo haríamos y siempre disfrutábamos del momento.
-¿Qué te inspira para ser cómo eres?
-Cuando empecé la carrera una profesora nos dijo que quien estudiaba Educación lo hacía siempre por dos motivos: o tuvo una o un docente especial que la motivó a través de sus buenas prácticas y sería el motor que nos impulsaba a ser tan especial, o se tuvo un modelo totalmente contrario, negativo, que nos llevaba a ser docentes para ser totalmente opuesto a ese modelo. Yo me di cuenta en ese momento que era totalmente cierto esto, y sobre todo decidí que sería precisamente este modelo positivo.
Fuentes consultadas:
1. Centros Comunitarios de Aprendizaje (CECODAP). La Ruta del papagayo, Año V, Nº 20, Enero-marzo 1995. Caracas
Para formar ciudadanos
Los centros educativos deben entender que la escuela no es el campo de batalla para medir fuerzas entre estudiantes y docentes; al contrario, es el lugar en el que formamos a ciudadanas y ciudadanos con capacidad de criterio, de entendimiento y con interés hacia el aprendizaje y no la calificación que le damos
La Voz de los Derechos Humanos
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