Hoy a los venezolanos nos toca hacer frente al aumento del costo de la vida, a la inseguridad y a la falta de oportunidades prácticamente solos. Tenemos a dos personas allí que salen por televisión para insultar, pero a la hora de presentar soluciones no lo hacen.
Cuando uno piensa que no puede haber algo peor, ve a Diosdado Cabello y Nicolás Maduro gobernando. Un dúo que ha sabido demostrar que, cuando de hacer las cosas mal se trata, no existen límites. Con un par de meses con el coroto tienen el país patas para arriba, nadando en un mar de incertidumbre y contracciones producto de su propia incapacidad.
Ellos para escudarse se autoproclaman radicales, llaman al pueblo a ser como Chávez, pero en su afán de conseguir lealtad se comieron la luz y van sin frenos. Lamentablemente arrastran a 29 millones de venezolanos con su errante accionar al abismo, nadie se salva de cada decisión que toman, usan la firma de Chávez para justificar cada medida como si eso fuera sinónimo de inmunidad o en todo caso de impunidad.
La realidad es que ninguna firma electrónica llena el vacío que Chávez deja en los seguidores del oficialismo. Más cuando ellos no tienen ni el carisma, ni cuentan con el respaldo popular que ratificó a Chávez el 7 de octubre. Un apoyo que por más chantaje que inventen no es transferible, tampoco es posible comprar carisma en la bodega de la esquina, lo único que logran en sus mítines son bostezos en cadena de los asistentes.
No dejarán de ser identificados como el entorno del líder, que de más está decir, ha sido tildado de ineficiente y se ha ganado el rechazo de la base oficialista que siempre ha buscado exculpar a Chávez de responsabilidades, pero haciendo recaer los pecados en su gabinete: “Chávez no sabe nada, la culpa es de quienes lo rodean”.
Precisamente en la actualidad nos gobierna esa camarilla que aprovechándose de un escapulario ajeno llegaron a las alturas del poder. Están allí no porque el dirigente del barrio o pueblo quiso, están allí porque “los pusieron donde había”, es decir, llegaron al lugar indicado en el momento preciso.
Fue un golpe de suerte y como tal no podemos esperar mucho de ellos, solo un esfuerzo casi sobrehumano por demostrar lealtad al líder. Ese es siempre el camino que escogen quienes no cuentan con capacidades y talentos propios.
Muchos analistas solían asegurar que Chávez podía sopesar con su popularidad cualquier costo político de decisiones difíciles, sobre todo las que se tomaran en materia económica. Algo de razón tendrían los partidarios de esta tesis, pues siendo el gobierno con más devaluaciones encima no vimos mayor reacción de la ciudadanía ante las mismas.
El gobierno de Maduro apuesta a que ocurra lo mismo con su paquetazo económico, que la gente no reaccione al conjunto de medidas que empeoran su capacidad adquisitiva y que buscan meterle la mano en el bolsillo para financiar el déficit del gobierno. Calculo arriesgado, pues por más que enseñen la firma roja, son ellos los responsables del desastre actual, de sus consecuencias y allí no valdrán las excusas que en el pasado funcionaron.
Si han asumido el gobierno lo lógico es que empiecen a gobernar. No para mandar y amenazar, ni para darle nuevos problemas a usted, sino para hacer todo lo posible por resolver los que tenemos.
Hoy a los venezolanos nos toca hacer frente al aumento del costo de la vida, a la inseguridad y a la falta de oportunidades prácticamente solos. Tenemos a dos personas allí que salen por televisión para insultar, pero a la hora de presentar soluciones no lo hacen. Quieren ser más chavistas de Chávez y lo único que han logrado es ser más incapaces para dirigir el país.
Brian Fincheltub
@Brianfincheltub