En cuanto a su llegada a Venezuela, entre gallos y medianoche, nadie lo ha visto hasta el momento de escribir estas líneas. En conclusión, la tan solicitada fe de vida aún no existe. Seguimos siendo el país de las hipótesis
Tras una situación de más de dos meses que bien podríamos calificar como “estacionaria”, por el vacío informativo sobre el verdadero estado de salud del Presidente de la República, todo se movió velozmente durante los últimos días.
De pronto aparecieron unas fotos oficiales que sorprendieron a la opinión pública y, sin haber salido de esa primera sorpresa, igualmente se anuncia poco después la llegada del mandatario a Venezuela.
Previamente, se había realizado una protesta de grupos estudiantiles frente a la Embajada de Cuba en Caracas, la cual exigía pruebas fehacientes del estado de salud del presidente venezolano tratado en La Habana.
El gobierno niega que dicha manifestación haya detonado los sucesos posteriores, pero como dice el dicho, “piensa mal y acertarás”. La protesta estudiantil puso al oficialismo en guardia y es obvio que acusaron el impacto, tanto por la movilización de fuerzas de seguridad a la sede diplomática como por el centimetraje que los hechos ocuparon en medios oficiales.
Vale subrayar que en el delicado tema de protestar ante una legación extranjera, los jóvenes fueron absolutamente respetuosos de los protocolos internacionales al respecto; sin que eso signifique renunciar a su legítimo derecho a protestar como respuesta a una situación por demás anormal y delicada en el desenvolvimiento de nuestra vida republicana.
Por otra parte, cabe resaltar que, una vez más, el gobierno insiste en vender el sofá, en matar al mensajero. El problema no era la protesta estudiantil, el problema era la ausencia presidencial rodeada de misterio. Atacan las consecuencias sin reconocer la causa y eso hace que las costuras se vean aún más gruesas.
Sin tomar en cuenta lo que consideramos un obvio vínculo entre los hechos de Chuao y la aparición de las fotografías, hay que decir que no puede extrañarse nadie de que en pleno siglo XXI, genere suspicacia el hecho de que pasemos más de dos meses sin ver al Presidente de una nación reconocido mundialmente por su irrefrenable inclinación a ser mediático.
Cuando finalmente aparece, lo hace a través de fotografías, no de un video que sería lo más conveniente ante la creciente desconfianza e incredulidad. Y eso extraña especialmente cuando en la actualidad hasta el más modesto celular trae una cámara. Más extrañeza causa aun cuando reparamos en que, en sus buenos tiempos, el mandatario no vacilaba en movilizar el más complejo –y costoso- aparataje televisivo hasta cualquier lugar, para lanzar en vivo hasta el evento menos trascendente.
En cuanto a su llegada a Venezuela, entre gallos y medianoche, nadie lo ha visto hasta el momento de escribir estas líneas. En conclusión, la tan solicitada fe de vida aún no existe. Seguimos siendo el país de las hipótesis.
Noel Alvarez