• Marx fue testigo de la primera gran crisis del capitalismo en 1830, por lo que se propuso desarrollar una teoría económica capaz de producir un cambio revolucionario. Engels se opuso al radicalismo de izquierda, pero tampoco concilió con la evolución reformista del movimiento revolucionario
Edda Pujadas / @epujadas
El Manifiesto del Partido Comunista es una proclama encargada por la Liga de los Comunistas a Karl Marx y Friedrich Engels en 1847 y publicado el 26 de febrero de 1848. Es considerado, más allá de sus seguidores o de sus oponentes, uno de los tratados políticos más influyentes de la historia.
Este Manifiesto, del que son especialmente famosas las frases de principio y final “Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo” y el lema “¡Proletarios de todos los países, uníos!”, respectivamente), favoreció una gran revolución social y política y fue la base ideológica del movimiento obrero internacional y del proceso revolucionario ruso, que culminó en 1917 con la creación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
El texto del Manifiesto describe, sucinta y explícitamente, los principios de la teoría marxista del materialismo dialéctico y anuncia los propósitos y el programa de la Liga de los Comunistas. Sugiere un curso de acción para una revolución proletaria que derrocaría el capitalismo e instauraría una sociedad sin clases.
PROLETARIOS Y COMUNISTAS
Quizás el capítulo que más evidencia la esencia del Manifiesto Comunista es el referido a los Proletarios y Comunistas. Dentro de este capítulo se señala que el proletariado se valdrá de su dominación política para ir arrancando, gradualmente a la burguesía todo el capital, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado.
El Manifiesto Comunista indica que esto no podrá cumplirse, al principio, más que por una violación despótica del derecho de propiedad y de las relaciones burguesas de producción, es decir, por la adopción de medidas que desde el punto de vista económico parecieran insuficientes e insostenibles, pero que en el curso del movimiento se sobrepasarán a sí mismas y serán indispensables como medio para transformar radicalmente todo el modo de producción.
Estas medidas consisten en la expropiación de la propiedad territorial y empleo de la renta de la tierra para los gastos del Estado, la aplicación de un fuerte impuesto progresivo, la abolición del derecho de herencia, la confiscación de la propiedad de todos los emigrados y sediciosos y la centralización del crédito en manos del Estado por medio de un banco nacional con capital del Estado y monopolio exclusivo.
También señalan la centralización en manos del Estado de todos los medios de transporte y la multiplicación de las empresas fabriles pertenecientes al Estado y de los instrumentos de producción, roturación de los terrenos incultos y mejoramiento de las tierras, según un plan general.
Otras medidas hacen referencia a la obligación de trabajar para todos, es decir, la organización de ejércitos industriales, particularmente para la agricultura. La combinación de la agricultura y la industria; medidas encaminadas a hacer desaparecer gradualmente la oposición entre la ciudad y el campo y la educación pública y gratuita de todos los niños, abolición del trabajo de éstos en las fábricas, tal como se practica hoy y el régimen de educación combinado con la producción material.
COMUNISMO PLENO
El Manifiesto Comunista está estructurado en cuatro grandes capítulos que describen la esencia del comunismo:
Burgueses y proletarios. Desarrolla la idea de que la historia del mundo se basa en la lucha entre opresores y oprimidos y concibe el modelo social de entonces como un espacio de enfrentamiento entre la burguesía, obligada a revolucionar constantemente los medios de producción para su propia supervivencia y el proletariado, que aprovechará los cambios desencadenados por el capital para volverse contra él y derrumbar el orden capitalista.
Proletarios y comunistas. Los autores identifican el proyecto comunista de la Liga con los intereses del proletariado internacional, de forma que define el comunismo como la ideología obrera final o vanguardia proletaria. Este apartado desarrolla propiamente el programa del comunismo y rebate las críticas que se vierten contra el proyecto comunista. Así, establece en este apartado la abolición de la propiedad privada, la creación de un elevado impuesto progresivo, la omnipotencia del Estado y el igualitarismo entre todos los ciudadanos.
Literatura socialista y comunista. Entre la nebulosa de propuestas de tendencia izquierdista o socialista de la época, los autores del Manifiesto destacan varias tendencias: Socialismo reaccionario, soportado por los pequeños comerciantes y campesinos que, viendo amenazada su supervivencia por la voracidad burguesa, se adhieren al comunismo para derribar al gran capital. Socialismo alemán, imitación de la literatura socialista francesa que queda relegada a una función meramente teórica e idealista. Socialismo burgués, entendido como la coraza de algunos sectores de la burguesía para resistir el empuje del proletariado. Socialismo utópico, conjunto en el cual se enmarcan las corrientes de Saint-Simon, Robert Owen o Fourier, que no contemplan la lucha de clases como necesidad para llegar a un orden socialista.
Actitud de los comunistas ante los otros partidos de la oposición. Tras una enumeración de la situación del partido comunista en diferentes países europeos y en los Estados Unidos, los autores concluyen que el comunismo se posiciona en todos sitios enfrente del poder establecido y al lado de los revolucionarios, sean estos burgueses en un país feudal o campesinos en una nación burguesa, entre otros.
Primera edición
La primera edición del Manifiesto Comunista, escrito por encargo del Segundo Congreso de la Liga Comunista (29 noviembre-08 diciembre 1847), apareció en febrero de 1848, coincidiendo prácticamente con el inicio de las revoluciones que conmovieron Europa durante ese año.