No se trata de sucesos naturales, como una tormenta o una sequía, sino de hechos que están relacionados con actividades e instituciones operadas por el Estado. Sin embargo, estaría por verse cuánto influirán estos acontecimientos sobre la conducta electoral de los venezolanos
La explosión en la refinería de Amuay viene a alterar la dinámica natural de la campaña electoral, que se encontraba en su fase de chinchorro, sin grandes sobresaltos, con la acostumbrada publicidad, las giras y los jingles. Ahora hay que evaluar hasta qué punto la inclinación del voto pudiera ser afectada por lo ocurrido, especialmente porque el hecho se inscribe en una secuencia de eventos –la cárcel de Yare, la caída del puente de Cúpira— que, aun siendo diferentes, están relacionados con la política y la gestión.
Una suerte de micro infartos, que quizás pudieran representar “el evento” del que tanto se ha hablado como único factor capaz de cambiar la tendencia electoral que muestran las encuestas. En este caso, no habría sido un solo hecho, como la bomba que hizo volar la estación de Atocha, en España, en las elecciones que perdió José María Aznar por haber mentido al atribuir a la ETA la responsabilidad del atentado, sin que fuera cierto.
No se trata de sucesos naturales, como una tormenta o una sequía, sino de hechos que están relacionados con actividades e instituciones operadas por el Estado. Sin embargo, estaría por verse cuánto influirán estos acontecimientos sobre la conducta electoral de los venezolanos. No pueden sacarse conclusiones precipitadas, porque la reacción de la gente, al igual que en España, dependerá de la actitud del Gobierno: la seriedad con que actúe, la aclaración de los hechos, la transparencia en la investigación, la precisión de las responsabilidades, la solidaridad que se muestre, la diligencia en la atención de las secuelas y del trauma que vive la población de Paraguaná.
Por su parte, la MUD también tendría que andar con cuidado y no precipitarse ni regocijarse. Ninguna hipótesis puede descartarse. A su vez, una actitud indebida, de aprovechamiento electoral de la tragedia, puede ser muy mal vista. Además, la superioridad de la oposición en materia de capacidad de gestión no es clara ni evidente para la gente, que supone que todos los políticos son más o menos iguales en el manejo de los asuntos públicos. Esta percepción ha sido sembrada desde hace muchísimo tiempo, tanto por la propia conducta de los funcionarios públicos como por las campañas anti estatistas que se han desarrollado desde círculos económicos con propósitos privatizadores.
Es posible que una parte importante de los electores vislumbre una mejor gerencia si los profesionales miembros de la oposición pasan a ocupar los altos cargos de la administración del Estado y de sus empresas. Pero no puede olvidarse, cuando se analiza el comportamiento electoral, la importancia decisiva de la orientación y el signo de las políticas públicas. Si las características del modelo político y social que se promete no son claras o son contrarias a las aspiraciones de la mayoría, no basta con ofrecer una mejor gestión. De poco puede servir hablar sólo de una mejor gerencia y al mismo tiempo transmitir l sensación de que se va a aplicar un programa neoliberal. sirve Y, sobre todo, hay que recordar que a la hora del voto, lo que más cuenta es la sensibilidad humana frente a los acontecimientos.
Leopoldo Puchi