Los documentos, que incluyen cables confidenciales del Departamento de Estado e informes de agentes de la CIA en Chile, muestran que el régimen de Pinochet comenzó a percibir que perdería el plebiscito programado para el 5 de octubre de 1988 y comenzó a elaborar planes para evitarlo.
«Seguidores cercanos del presidente Pinochet tendrían planes de contingencia para hacer descarrilar el plebiscito al instigar y generar actos de violencia. Ellos esperan que dicha violencia provoque retaliaciones de la oposición radical, dando pie a un ciclo de violencia» con vistas a suspender indefinidamente la consulta, señaló un informe de inteligencia del día previo a la consulta.
Ante la cada vez más cierta posibilidad de que se desconocieran los resultados, el gobierno estadounidense de Ronald Reagan comenzó a enviar duros mensajes por todos los medios al régimen de Pinochet, incluso a través de la primera ministra británica Margaret Thatcher, cercana a Santiago.
Agentes estadounidenses fueron autorizados a usar frases ante responsables chilenos como: «Queremos advertirle que la implementación de ese plan dañará seriamente las relaciones con Estados Unidos y destruirá completamente la reputación de Chile en el mundo», según los documentos.
Un cable enviado por la embajada estadounidense en Santiago en la tarde del plebiscito mostraba la preocupación de que el régimen de Pinochet estaba «divulgando los resultados muy lentamente», cuando la oposición «continúa recibiendo informes de una gran victoria» en medio de una votación masiva.
Al final, tras varias tensas horas, el régimen reconoció la victoria del «No», lo que marcaba el principio del fin de la cruenta dictadura, que terminó definitivamente el 11 de marzo de 1990, cuando volvió la democracia a Chile.
«La aparente decisión de Pinochet de no implementar los planes de contingencia para anular el plebiscito fue influenciada probablemente por la negativa de la junta militar, el conocimiento público previo del plan y las preocupaciones por las consecuencias de actuar en contra de los deseo de gran parte de los militares», resumió un informe del día siguiente al plebiscito.
De nada le valieron a Pinochet su «rabia» y «su insistencia a la junta de que le diera poderes extraordinarios para hacer frente a la crisis por la derrota» la noche de la consulta, señala otro documento desclasificado.
Ajena a estos intríngulis políticos, la película de Larraín protagonizada por el actor mexicano Gael García Bernal, se centra en mostrar el mensaje de alegría y esperanza de la campaña del «No», que se impuso al miedo que infundía la campaña en favor de «Sí».
AFP