WASHINGTON — Durante una cena en un hotel de lujo cerca de la Casa Blanca, varios senadores republicanos querían saber si el presidente Barack Obama estaba dispuesto a apoyar un aumento gradual de la edad para tener acceso al Medicare, fijada a los 65 años desde la creación del programa de salud hace más de cuatro decenios.
El mandatario no se comprometió a ello, según varias personas presentes en el evento, y recordó la discusión sobre cambios para ahorrar costos al mismo programa gubernamental para adultos mayores a los que la mayoría de los principales legisladores demócratas se oponen resueltamente.
Uno de los presentes recordó más tarde que Obama «no trazó una línea clara» de hasta dónde se opondrá, pero el legislador se marchó con la idea de que el presidente «mostraría mucha resistencia» incluso si la medida pudiera destrabar un acuerdo largamente esperado para reducir el déficit y la creciente deuda federal.
Ese legislador y algunos de los otros que describieron lo ocurrido en las reuniones hablaron a condición de no ser identificados, ya que las discusiones debían ser privadas.
El momento políticamente tenso ocurrió al comienzo de la muy publicitada serie de reuniones recientes del mandatario con los legisladores de base. El hecho de que el presidente dedicara parte de su atareada agenda a las reuniones le ganó el aplauso de sus críticos más implacables. También hubo numerosas conversaciones entre los propios legisladores y altos asesores de la Casa Blanca.
No se anticipaba ningún avance sustancial y no lo hubo. A pesar de las palabras de aliento, John Boehner, presidente de la Cámara de Representantes, lo resumió cáusticamente.
«Los republicanos quieren equilibrar el presupuesto. El presidente no. Los republicanos quieren resolver nuestro problema de deuda a largo plazo. El presidente no», expresó, al tiempo que agregó que a las dos partes les toca buscar un terreno común.
AP