MONTFERMEIL. Las calles en uno de los proyectos de vivienda pública más peligrosos de la región de París tienen nombres elegantes como Cezanne, Picasso y Utrillo, como si la mención de los legendarios artistas franceses sería suficiente para inculcar la identidad nacional en un barrio compuesto mayormente por inmigrantes.
Pero ni los nombres de los artistas ni el nombre idílico del barrio Les Bosquets (La Arbolada) captan la realidad de lo que es en efecto un gueto, un mundo aislado donde los habitantes son inmigrantes extranjeros, de clase obrera, y en su mayoría no hablan francés.
En el barrio la delincuencia está desbordada y el desempleo asciende a 40%, cuatro veces la cifra a nivel nacional. Las autoridades municipales de Montfermeil no pudieron dar una cifra oficial.
El barrio, a sólo 17 kilómetros (10,5 millas) de París, dista años luz de la realidad en la capital francesa.
Les Bosquets, como muchas zonas periféricas cerca de los centros urbanos de Francia, desmiente la idea de que los inmigrantes se incorporan a la sociedad francesa y se asimilan dentro de ella.
La historia de Francia suele verse como la contraria a la de Estados Unidos, como una en que la raza o etnia de la gente no es un factor determinante y los derechos de las minorías no necesitan ser consagrados porque todo el mundo termina siendo «francés». Muchos franceses se estremecen de sólo escuchar la palabra «multiculturalismo».
Pero barrios pobres como Les Bosquets, muchos de ellos aislados de las ciudades debido a la falta de acceso por transporte público, revelan lo difícil que es la integración de las razas y de los inmigrantes en Francia.
Inclusive los inmigrantes musulmanes que vienen de las antiguas colonias francesas en Africa, y cuyos hijos o nietos ya son nacidos en Francia, distan mucho de ser parte de la sociedad francesa a cabalidad.
Para Patrick Simon, un experto en demografía, el modelo francés de integración racial está plagado de una deficiencia que se hace más patente con el paso del tiempo.
«Es un modelo basado en la invisibilidad de las diferencias», dice Simon. El problema es que las minorías son cada vez más visibles y «debido a que las vemos, no las podemos ignorar».
Incluso gente hija o nieta de inmigrantes, nacidos en Francia, siguen siendo considerados diferentes.
Los expertos en estadísticas tienen prohibido separar a la gente por origen étnico, lo cual hace difícil cualquier averiguación del tema.
Pero el estereotipo de los franceses contentos y unidos, con una iglesia en cada poblado, con la boina sobre la cabeza y la baguette en la mano, queda anulado en la región al noreste de París.
Varios reyes franceses están sepultados en la gran catedral de Saint-Denis, el principal centro poblacional de la región, pero las minorías étnicas se han convertido en la mayoría allí.
Un estudio realizado por Simon dice que los inmigrantes y sus descendientes son 75% de la población de la zona. Ello incluye gente de territorios franceses en el extranjero (8 que son franceses pero de tez oscura. La tasa de desempleo ascendió a 16,5% en el 2009, según Insee, la agencia nacional de estadísticas. Pero los líderes a nivel económico son blancos, afirma Simon.
En Les Bosquets, la queja más común es la falta de transporte público y el aislamiento que dificulta la integración de Les Bosquets a la sociedad francesa. El viaje a París tarda unos 90 minutos.
«Han hecho todo para dejarnos alejados», dijo un francés de 34 años y de ascendencia argelina. «Son ellos los que no quieren que nos integremos».
Como la mayoría de los residentes de Les Bosquets, se negó a ser identificado.
La discriminación es algo común para las minorías en Francia, y una encuesta publicada por el diario Le Monde parece confirmar que ello no cambiará.
Según el sondeo, de la firma Ipsos, un 70% de los cuestionados opina que «hay demasiados extranjeros en Francia», particularmente musulmanes.
Elaine Ganley / AP