Cerca de un cuarto de millón de personas de todo el mundo se dieron cita para esta liturgia pascual que rememora la resurrección de Cristo.
Solo aquellos que contaban con una invitación pudieron entrar en el recinto acotado milimétricamente dentro de la plaza, pero las arterias que llevan al centro neurálgico del catolicismo estaban congestionadas.
Solo los más osados serpenteaban entre vendedores de periódicos y estampitas con la nueva imagen del primer papa jesuita de la historia, algún que otro mendigo, cochecitos de niños y brazos en alto con toda la gama inimaginable de teléfonos celulares de última generación, los smartphones, y alguna que otra cámara de fotos y de vídeo, recuerdo de épocas que parecen prehistóricas.
Sólo los más altos habrán podido robar alguna instantánea al nuevo papa argentino, instalado al fondo de la plaza en el altar montado para la ocasión antes de aparecer en el balcón de la basílica para impartir a la ciudad y al mundo su bendición acompañada de una indulgencia plenaria que hace borrón y cuenta nueva de los pecados cometidos.
Un urbi et orbi cargado de mensajes contra las guerras y la violencia que desangran en particular a Oriente Medio, con especial mención a Siria, Irak o el conflicto israelo-palestino que ya dura «demasiado tiempo», los conflictos en África, sobre todo en Malí, República Democrática de Congo y República Centroafricana, o las tensiones crecientes en la península de Corea con la amenaza de una catástrofe nuclear.
O la trata de blancas y de personas, el deterioro del medio ambiente y un alegato a favor del amor en vez del odio, de la paz en vez de la guerra y del perdón en vez de la venganza, que suscitaron aplausos y comentarios de aprobación de la entregada audiencia.
Al igual que miles de compatriotas que rompieron su tradicional indiferencia con lo que pasa en el miniestado vaticano en estas fechas de asueto muy familiares, la italiana Stefania Spalluti, de 30 años, fue este domingo a San Pedro atraída por la personalidad del nuevo Papa.
En particular la multiplicación de «pequeños gestos» con que ha ido jalonando sus primeros pasos desde que fue elegido al trono de Pedro el pasado 13 de marzo.
«Es diferente, muy cercano a la gente. Ha hecho cosas muy simples que uno se espera de un papa», dice antes de confesar que es lo que le está acercando de nuevo a la Iglesia. «Tengo un sentimiento diferente, estoy mucho más implicada en este momento», asegura.
«Simplicidad, amor, humildad» es lo que espera de la Iglesia el veneciano Roberto Tosettio, 51 años, con este jesuita que predica con el ejemplo.
Desde su forma de vestirse con una simple casulla blanca, alejada de la pompa de sus antecesores, en particular del renunciante Benedicto XVI, su decisión de vivir por el momento en una sencilla habitación de una residencia de sacerdotes en vez del lujoso apartamento del Vaticano, hasta su acercamiento y contacto con la gente.
Al término de la misa, recibió una camiseta del San Lorenzo, el club de fútbol argentino de sus amores, y se inclinó para abrazar, besar y acariciar a un grupo de jóvenes discapacitados en medio de los aplausos del público.
«¡Es mucho más social que facebook!», bromea Tosettio, quien considera que el papa alemán «ahuyentaba a los fieles» pese a su combate sin cuartel contra lo que consideraba la «dictadura del relativismo».
La colombiana Doralis está convencida de que las ovejas «desilusionadas» de la Iglesia, van a volver atraídas por la «transparencia» y la personalidad de Francisco.
No opina lo mismo la española de la Rioja Ana Bernado, de 50 años, para quien, aunque este Papa tiene más «feeling y más carisma» que su predecesor, ahora la gente «es más lista que antes y no se deja llevar tan fácilmente» por la religión.
AFP