No voy a decir que es fácil ganar las elecciones del 14 de abril. Es muy difícil, pero si asisten a votar los 6.800.000 electores que lo hicieron el 7 de octubre y convencemos a muchos que permanecieron en sus casas para que salgan a hacerlo, las posibilidades de derrotar al oficialismo son inmensas
Fernando Ochoa Antich
Sí, estoy convencido de esta realidad. No lo hago influido por un exagerado optimismo ni por mi pasión oposicionista. Hay razones de fondo para pensarlo. Analicemos los hechos que han venido ocurriendo desde el año pasado para encontrarle una respuesta racional a esta interrogante.
Lo primero que debemos analizar es el surgimiento de su candidatura presidencial. Ella no fue impuesta por la voluntad de un caudillo y mucho menos como consecuencia de una herencia política. Ella se originó a través de unas elecciones primarias, que impactaron a la opinión pública nacional e internacional por su sentido democrático, transparencia, masiva presencia de votantes, y el impactante reconocimiento de los resultados, por los demás candidatos, en medio de un gran respeto y camaradería.
Al iniciarse la campaña electoral, su liderazgo, limitado al estado Miranda y al partido Primero Justicia, empezó un rápido crecimiento en todo el país que realmente sorprendió a sus adversarios políticos que nunca lo habían valorado como un candidato con alguna opción de triunfo. De inmediato empezó el abuso de poder. Las cadenas, el mensaje engañoso de las cuñas de la campaña de Chávez para confundirlas con las del gobierno nacional, el uso indebido de los dineros públicos, las ofensas personales, las amenazas a los beneficiarios de las misiones y tantas otras triquiñuelas. De todas maneras, el liderazgo de Capriles continuó fortaleciéndose consistentemente al lograr captar el respaldo de los sectores más jóvenes de la población.
La campaña de Capriles sorprendió a todos los venezolanos. Lo vimos trasladarse, con un dinamismo impresionante, por todos los estados del país con la consigna de «casa por casa», mostrando una simpatía personal que nadie esperaba. También logró un importante fortalecimiento de su discurso al explicar, con palabras sencillas, los basamentos de su programa de gobierno Lo esperaban en los sitios de concentración multitudes que lo ovacionaban, convencidos que empezaba a representar una verdadera esperanza para poder derrotar al oficialismo y a su candidato. Fue tal el fortalecimiento de su candidatura, que la camarilla gobernante le exigió a Hugo Chávez que dejara su necesario reposo para enfrentar el indetenible crecimiento de Henrique Capriles.
El 7 de octubre, el día de las elecciones, la emoción sembrada por Capriles podía percibirse con facilidad. La oposición, de manera espontánea, asistió a las urnas. Al iniciarse la tarde, se perfilaba un resultado muy competido. Ante esta realidad, el oficialismo empezó a utilizar distintos medios para coaccionar a sus militantes que por distintas razones habían decidido no votar. Patrullas de policías, camionetas de la Guardia Nacional, soldados de la Milicia Bolivariana, miembros de los Tupamaros, de La Piedrita y otros colectivos armados se movilizaron para localizar a los que no habían votado y obligarlos a hacerlo. El resultado fue contrario a Henrique Capriles. El ventajismo había logrado su objetivo. Hugo Chávez ganó las elecciones, pero sólo por una diferencia de 10%.
Ahora, el candidato no es Hugo Chávez. Es Nicolás Maduro. Un advenedizo en el chavismo que no ha ganado la primera elección popular. Además, los venezolanos saben que él es responsable de la inmensa crisis económica que estamos viviendo: dos devaluaciones, inflación por encima del 9% en dos meses y escasez de importantes productos de primera necesidad. Al contrario, Henrique Capriles ha ganado todas las elecciones en las cuales ha competido con excepción de las presidenciales del 7 de octubre, pero de inmediato mostró su capacidad de recuperación al derrotar a Elías Jaua en los comicios para gobernador del estado Miranda. La verdad, la única verdad es que Henrique Capriles se ha transformado en un excelente candidato presidencial.
No voy a decir que es fácil ganar las elecciones del 14 de abril. Es muy difícil, pero si asisten a votar los 6.800.000 electores que lo hicieron el 7 de octubre y convencemos a muchos que permanecieron en sus casas para que salgan a hacerlo, las posibilidades de derrotar al oficialismo son inmensas. Fácilmente alcanzaremos 7.500.000 votos. Si es así, la oposición triunfará en las elecciones. El oficialismo está desmoralizado. No sienten que Maduro los representa. Hay tal vacío con la desaparición de Hugo Chávez que algunos expertos de opinión sostienen que en el oficialismo puede haber una importante abstención cercana al 25%. Henrique Capriles puede ganar las elecciones. De eso no tengo dudas. Salgamos a votar masivamente. Es la oportunidad de salvar a Venezuela.