“No creo que haya unos representantes auténticos del pensamiento chavista con el derecho a juzgar o a determinar quien actúa o no, dentro de unos parámetros que nadie ha podido fijar. Ni siquiera puede alegarse que lo hiciera el Presidente, pues en vida este dio demostraciones más que evidentes que era un político que sabía ser flexible”
Iván Gutiérrez
Nada me autoriza para increpar públicamente al candidato. Ni siquiera el culto a la irreverencia que solemos cultivar en la izquierda.
Un candidato reúne una cierta majestad. No se trata de un jalabolismo extremo, sino de una condición que debe reunir alguien que estoy proponiéndole al país para que se ponga al frente de él. Si no concita en mí, que estoy haciendo la proposición, aquella autoritas, lo que estoy impulsando carece de convicciones profundas.
No estoy proponiendo solo un candidato sino alguien que tiene la obligación de continuar conduciendo un proceso de cambio complejo, mucho más cuando el líder fundamental ya no está entre nosotros.
Ese candidato debe sostener un discurso de amplitud. Si a él llegan apoyos de sectores que ayer eran indiferentes o lo adversaban, deben ser bienvenidos.
No es condición ni requisito el que pasen un examen de condición revolucionaria. Si así debiera ser, ¿Quiénes harían de jurado? ¿Quiénes serían los jueces?
El candidato está haciendo lo que debe. Facilita el ser respaldado, como tiene que ser. Ello no tiene por qué incomodar a quienes se sientan portadores de la autenticidad revolucionaria. Si la gente común apoya; si quienes ayer estaban en la acera del frente apoyan, mucho mejor.
La situación aconseja moderar las ambiciones y las actitudes. Que Chávez haya muerto no abre la espita para que aquellas se desaten, haciendo caso omiso a la cordura. No vale atores ni posiciones adelantadas. El hecho que se sea un personaje con una buena exposición mediática no desmerite pero tampoco te convierte en un ser especial, privilegiado. Si crees tener el derecho legítimo a aspirar a ocupar alguna responsabilidad, estás obligado a guardar cierta sindéresis. Al fin, quien te elegirá definitivamente será el soberano.
Claro, que me equivoque y esa equivocación pueda ser atribuida a mi juventud, no da ningún derecho a quienes, asumiéndose como sumos sacerdotes del pensamiento chavista, me excomulguen o, de manera arbitraria e intolerante, me coloquen en las filas del enemigo o del adversario, simplemente porque no se comparte lo que he dicho.
No creo que haya unos representantes auténticos del pensamiento chavista con el derecho a juzgar o a determinar quien actúa o no, dentro de unos parámetros que nadie ha podido fijar. Ni siquiera puede alegarse que lo hiciera el Presidente, pues en vida este dio demostraciones más que evidentes que era un político que sabía ser flexible. Se pudieran colocar muchísimos ejemplos de hasta donde alcanzó esa flexibilidad. En todo caso, si algo se debe recoger del legado de Chávez fue su capacidad de corregir. Acá también se encuentran muchos ejemplos.
No creo que una infeliz carta o declaración de un joven con vocación política debió provocar la respuesta del Vicepresidente de la República. Fue, en realidad, un acto de hipersensibilidad, al punto de demostrar una debilidad ante un elemento que se manejará constantemente, como lo harán los adversarios con la más mínima divergencia que aparezca en el seno del chavismo. Por lo tanto no hay que reaccionar con tanto nerviosismo cuando apenas se inicia el partido.
Mucho menos dedicar espacios a responder una situación que solo importa a una parte muy mínima del chavismo. Y, por supuesto, los insultos y acusaciones, sobraron.