Recientemente, el Presidente (E) Nicolás Maduro hizo una apología del sistema socialista castrista como para que a nadie le quede ninguna duda de que aspira a que un régimen similar se implante en Venezuela. Declaró, con gran admiración, que en las elecciones parlamentarias realizadas en Cuba en febrero votó el 90% de los electores. Esa votación mayoritaria del pueblo, según él, es una demostración de la superioridad de la democracia cubana frente a las “democracias burguesas”, pues éstas nunca alcanzan tal nivel de participación electoral.
Por lo visto, desconoce Maduro que el anacrónico argumento que esgrime cayó en desuso con la desaparición del socialismo en los países de Europa oriental. Las elecciones en estos satélites de la Unión Soviética siempre alcanzaban una participación entre 95% y 98% de los electores. El voto casi unánime de la población es un rasgo común de los regímenes de corte totalitario, ya que el voto no es libre.
En los mencionados regímenes, el gobierno tiene plenamente identificado a cada individuo. Como todo el mundo depende del Estado, entonces nadie puede dejar de votar porque quien no lo haga no tendrá escapatoria y sobre él y su familia se desatará la más implacable persecución.
La mejor prueba de que una altísima votación es característica inseparable del totalitarismo la ejemplifica el nazismo, el otro enemigo mortal de la democracia y hermano gemelo del socialismo.
Después de alcanzar el poder en Alemania el 30 de enero de 1933, Hitler realizó 4 elecciones. La última fue el referéndum del 10 de abril de 1938. La boleta de votación contenía 2 preguntas:
¿Aprueba la lista única de candidatos al Parlamento (Reichstag) presentada
por nuestro Führer Adolf Hitler?
¿Está de acuerdo con la reunificación (Anschluss) de Austria con el Reich
alemán?
En la primera pregunta el 99% de los alemanes votó a favor y en la segunda el 99,7% de los austriacos dieron su apoyo. Estos porcentajes de participación no tienen parangón en la historia de los procesos electorales en el mundo y no por ello es posible considerar al nazismo una democracia superior, pero a semejante absurdo arribaríamos si aceptáramos la opinión de Maduro.
Baldomero Vásquez