Compañera de Hugo Chávez, en las malas, durante 10 largos años, Herma Marksman confiesa que no conoce a Nicolás Maduro porque este no formaba parte del grupo original de fundadores del MBR200. No obstante, esta profesora universitaria de Historia sostiene que si Chávez, en 1998, no calzaba los puntos para dirigir el país («y creo que no me equivoqué) algo similar ocurre con su sucesor, Nicolás Maduro. Ahora se dispone a participar en las elecciones de mañana domingo 14 de abril: «Yo pensaba que votar en las condiciones impuestas por el CNE y con ese directorio, significaba relegitimar lo que no debe ser. Pero luego de ver el gran esfuerzo de los estudiantes, quienes arriesgaron su vida ante las agresiones de un grupo de violentos, decidí que mi compromiso era con el país y una forma de manifestarlo es votando».
-¿A pesar del ventajismo?
-Hubiese querido que las condiciones fueran realmente limpias. Pero cuando observé a Tibisay Lucena luciendo un brazalete tricolor me pregunté dónde está la independencia del CNE. Además, el brazalete es el icono que identifica el 4F y siento que no todos deberían llevarlo, sino aquellos que realmente crean en lo que realmente era el proyecto original. Aquí hay demasiada gente que se aprovechó de ese proceso.
–¿Hablas de Maduro?
-Posiblemente. Yo no lo conozco, nunca he hablado con él y creo que le tocó un papel bien complejo. Pero cualquier de los dos que gane tendrá por delante un panorama muy complicado. Por eso digo que debemos llenarnos de esperanza, darnos la mano, deslastrarnos de las pasiones y ponernos de acuerdo sobre lo que se debe hacer con un país que necesita el concurso de todos. Alguien me decía que deberíamos dejar que todos esos sentimientos negativos corran para sacárnoslos de adentro. Pero eso puede terminar en una confrontación.
-¿No ha sido esa la tónica todos estos años?
-Sí. Alguien me decía que «estamos creando el hombre nuevo» y yo le respondí que mi raíz, que trabajé con tanto amor y esfuerzo, (Simón Rodríguez) está más vigente que nunca: «O inventamos o erramos». El hombre republicano. Pero el «hombre nuevo», del cual me vienen hablando desde hace 40 años, no lo consigo por ninguna parte.
-¿Es ese es uno de los propósitos de Nicolás Maduro?
-El problema es que no lo conozco y no puedo hacer juicios de valor sobre alguien a quien no he tratado. Sí me impresiona que haya sido el escogido. Yo estuve en un movimiento, llamado primero Ejército Bolivariano Revolucionario 200, que así es como comienza cuando se juramentan (los miembros originales) ante el Samán de Güere. Luego fundamos el MBR 200 que se asume así, luego de «El Caracazo», para atraer civiles al movimiento. Y yo me he preguntado muchas veces por qué no es el candidato uno de quienes conformaron el núcleo original.
-Uno está preso, el otro se fue y volvió, un tercero quedó en el aire y así se fueron diluyendo.
-Quien se fue y regresó (Arias Cárdenas) no estuvo en el juramento y Jesús (Urdaneta) se apartó. Pero Ronald Blanco La Cruz es preparado, estudioso, inteligente y capaz. Siempre quise saber por qué no fue canciller o vicepresidente.
-¿No dijiste en alguna oportunidad que Blanco La Cruz pretendía asesinar a Chávez la noche del 4F?
-Eso se lo cuento al profesor (Alberto) Garrido. El golpe iba a darse el 17 de diciembre, pero a Arias Cárdenas lo envían a Israel y él advierte que «aquí no se mueve nadie hasta que yo vuelva».
-Y hasta ese momento Maduro no aparecía por ninguna parte.
-El nunca estuvo en el MBR 200 original. Por lo menos hasta julio de 1993, fecha en que me retiro. Si, como se dice, que en los años 80 estuvo en Cuba, habría que preguntarle a la persona que le presenta Maduro a Hugo Chávez cuando ocurrió eso.
-¿Quién es esa persona?
-Iris García (ex militante del Partido de la Revolución Venezolana). Según ella Maduro llega para trabajar en la seguridad de Hugo (guardaespaldas) porque era un tipo alto y fornido. Iris cuenta que para entonces él formaba parte de la Liga Socialista.
-¿No era el compañero de Cilia Flores quien, a su vez, era abogada de Chávez?
-Ella formaba parte del grupo de abogados que llegó al Cuartel San Carlos, en aquella euforia de los militares alzados. Yo la conozco porque éramos vecinas y me traía cosas enviadas por Hugo o le llevaba las que yo le mandaba. Estaba casada con Walter Gavidia, quien ha desempeñado algunos cargos en el Gobierno.
-¿Por qué crees que Chávez lo escogió como su sucesor?
-No lo sé, no lo entiendo. Como tampoco entiendo por qué estuvo tantos años en la Cancillería. La conseja popular dice que por influencia de los Castro. Nicolás es, supuestamente, ficha de ellos.
-¿Qué pìensas de Maduro como gobernante?
-Que no ha gobernado, dedicándose a mantener vivo el recuerdo de Hugo y a hacer campaña.
-¿Lo crees digno sucesor de Chávez?
-Para las elecciones de 1998, en las que no voté, le advertí a mis amigos que Hugo no tenía la capacidad y la experiencia para gobernar en tiempo de crisis. Hoy tampoco le veo a Maduro esa capacidad. Sobre todo porque quien gane debe convocar un gobierno de conciliación nacional que trabaje en serio por este país.
-Ese discurso parece coincidir con el de Capriles.
-No estoy ni de un lado ni del otro. Me siento en el medio, con una gran frustración porque toda mi vida he luchado por lo que he creído. La libertad, la igualdad, la solidaridad y el trabajo en equipo. Mantengo muchos amigos en el chavismo porque las diferencias ideológicas no nos han separado. Pero cuando me encuentro con alguno de ellos no me atrevo a saludarlo para evitarle problemas. De otro lado me ven como la mujer que estuvo diez años con Hugo, conformando un movimiento para impulsar los cambios en los cuales creí y sigo creyendo. La redención de los excluidos.
-Sin embargo, ¿no es el de Chávez un legado de intolerancia y de exclusión?
-Ese es el legado y siento que más que político el problema es personal. En este proceso afloró la parte mala y debo reconocerle a Hugo haberse convertido en el catalizador de todas esas pasiones, frustraciones, rabias contenidas y la exclusión, cosa que no observé en los diez años que estuve con él. Todo lo contrario. Hablábamos de la necesidad de trabajar con todos los venezolanos.
-¿En qué momento cambió Chávez?
-Sentí los primeros signos cuando entró en la cárcel. Eso le hizo mucho daño.
-A todo el mundo le hace daño la cárcel.
-Le hizo daño porque hasta entonces nosotros éramos un grupo que tomaba las decisiones en conjunto. Pero de repente le empezaron a sugerir la idea de que él debía tomar decisiones porque «tú lo eres todo, el salvador de América». Eso le tocó el ego y al año comencé a sentir que se estaban profundizando las diferencias. Al principio trataba de mantener la unidad entre todos, pero después que Hugo sale en libertad, con toda aquellas popularidad, se terminó de manifestar el cambio.
-¿Pudo más el ego?
-El era un hombre muy humano, sensible, con una gran preocupación por el destino del país. ¿Dónde quedó eso? No me lo preguntes porque no niego que puso todo su esfuerzo en los excluidos. Carlos Genatios, a quien no conozco, pero admiro y respeto, dijo, a la muerte de Hugo, que él le había devuelto la luz a los pobres. Oírlo me emocionó, pero luego reflexionando, comprendí que él los sacó del olvido, pero luz es educación, formación, prepararnos para el trabajo. Luz no es regalarle una casa o un plato de comida
-¿Qué sentiste cuando Chávez murió?
-Yo esperaba esa muerte porque sabía lo que estaba ocurriendo. Pero no me afectó tanto porque el día en que tomé la decisión de dejar todo eso y luego de una discusión muy fuerte, sentí que todo terminaba.
-¿Por qué causa?
-Porque no podía seguirlo acompañando. A esas alturas ya no creía en causas perdida. La URSS se desintegraba y el muro de Berlín había sido derribado por los alemanes, que estaban divididos en dos pedazos. Y no quería que eso ocurriera en Venezuela. Un país escindido entre el chavismo y la oposición. Esa fue nuestra última conversación. Luego le envié una carta, con Cilia Flores, donde le escribía, «hasta aquí te acompaño». En ese momento se murió el Hugo que amé profundamente. El 5 de marzo sentí que se murió el Presidente de l
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