Hacía nueve años que los venezolanos no tenían primera dama, pero con la llegada al poder de Nicolás Maduro su pareja, Cilia Flores, pasará a llenar, con un estilo combativo y de presumible influencia política, el hueco simbólico que dejaron las hijas del fallecido presidente Hugo Chávez.
Desde 2004, luego de que Chávez se separara de su segunda esposa, la periodista Marisabel Rodríguez, la figura de la primera dama quedó informalmente en manos de sus hijas mayores Rosa Virginia y María Gabriela, que lo acompañaban en actos y viajes internacionales, pero desde hoy Flores ocupará ese lugar.
A petición de Maduro, no se le llamará primera dama sino «la primera combatiente de la patria» y es que esta abogada de 60 años, expresidenta del Parlamento y procuradora saliente del país, no se perfila como una acompañante «de copete» sino una figura clave para el nuevo presidente tanto en lo personal como en lo político.
«Cilia Flores no será una figura decorativa de la Presidencia, sino que posiblemente será la principal ayudante y apoyo de Nicolás. Ella va a ser, en algunos aspectos, el brazo derecho del presidente», dijo a Efe el diputado oficialista del Parlatino Calixto Ortega, amigo de la abogada.
La nueva primera dama, nacida en el estado Cojedes (centro) en 1953, está comprometida con el proceso bolivariano desde hace 21 años, cuando se sumó al movimiento génesis del chavismo, el MBR-200, igual que Maduro.
Su incondicionalidad con Chávez se forjó en 1992 cuando integró el grupo de abogados que lo defendió tras la fracasada intentona golpista que el entonces teniente coronel lideró en febrero de ese año contra Carlos Andrés Pérez, logrando su indulto por parte del presidente Rafael Caldera, en 1994.
En sus visitas a la prisión fue donde conoció a Maduro, diez años menor que ella y su pareja desde entonces con quien no se ha casado ni ha tenido hijos, pero con quien comparte su vida, los tres hijos de su primer matrimonio con el diputado Walter Gavidia así como el hijo del ahora presidente. «Son personas que les gusta estar concentrados con su familia», aseguró Ortega.
Flores ha ejercido distintos cargos dentro del oficialismo, inicialmente con un perfil más bajo como diputada hasta recibir su primer gran cargo en 2006 al frente de la Presidencia de la Asamblea Nacional, reemplazando a Maduro que acababa de ser nombrado ministro de Exteriores.
En el Parlamento, Flores se caracterizó por tener un estilo agresivo y vehemente, de defensa a ultranza de los preceptos chavistas e intransigente con la bancada opositora. «¡Usted es una pecadora!», dijo en una ocasión a la legisladora opositora Pastora Medina, al solicitarle como presidenta de la Asamblea que concluyera su intervención mientras la diputada se quejaba de que le había permitido mayor tiempo a un oficialista.
Un diputado opositor que pidió no ser identificado recuerda que su gestión al frente de la AN fue «muy polémica» por el manejo administrativo de la institución. «Tiene un carácter candela pura. Eso que ustedes ven cuando era diputada, exactamente es así en la casa, igualita, pero yo me impongo con fuerza. La última palabra siempre la tengo yo cuando le digo: ‘Así es mi amor'», ha ironizado Maduro.
En febrero de 2012, Chávez la nombró procuradora general de la República, institución desde la que defendió el aplazamiento de la juramentación del presidente el pasado 10 de enero por razones de salud alegando que se trataba de un mandatario reelegido. «Es una mujer de carácter y de acción política. Ella va a estar muy en la jugada política, no va a limitarse en ser primera dama. Va a querer participar en la toma de decisiones», cree un antiguo colaborador chavista.
Durante la corta campaña electoral, Flores no se ha separado de Maduro, al que ha besado en repetidas ocasiones en público e incluso le ha servido de telonera con encendidos discursos de defensa al legado de Chávez. «Cilia Flores es una persona que las circunstancias le han impuesto un perfil más alto del cual ella se siente cómoda, es una persona muy reservada, pero de convicciones muy firmes que defiende con mucha firmeza y vehemencia», señaló Ortega.
Carola Solé /EFE