SAN ANGELO. Un secreto carcomía la conciencia de J.W. Lown luego de seis años como alcalde de esta ciudad conservadora de las llanuras occidentales de Texas.
A los 32 años comenzó a salir con un joven estudiante universitario y esa relación escaló rápidamente. El problema es que su nuevo amor no solo era un hombre, sino que era un inmigrante sin papeles.
Sus asesores le imploraron que interrumpiese el romance. Si la noticia se filtraba, podía representar el fin de su carrera política. No solo eso: podía terminar en la cárcel por darle refugio a un inmigrante que estaba en el país ilegalmente.
Fue así que pocos días después de ser reelegido para un cuarto término, Lown tomó una decisión drástica.
«Puse mis cosas en el auto, enfilé hacia la frontera y no volví a mirar atrás», cuenta ahora. «Igual que (en la película) Thelma y Louise».
El San Antonio Express-News (http://bit.ly/12SgUlT ) informa que con esa decisión de hace cuatro años, San Angelo perdió uno de los alcaldes más populares de su historia y Lown –considerado una estrella naciente de la política del occidente de Texas– vio interrumpido su fulgurante ascenso. El alcalde, no obstante, no hizo sino seguir la huella dejada por cientos de estadounidenses gays que todos los años deciden que las leyes de inmigración de Estados Unidos no les dan espacio para que vivan legalmente con sus compañeros nacidos en el exterior.
Los ciudadanos heterosexuales pueden gestionar permisos de residencia para sus parejas con relativa facilidad, pero esa opción no está disponible para las parejas de un mismo sexo. Muchas se van al exterior. Pocas, no obstante, ven cómo sus historias se ventilan en público.
AP