La oposición y el chavismo se cayeron a golpes en el único sitio en el que todavía se hablaban y eso amenaza con complicar aún más el panorama político en Venezuela.
El martes, una trifulca en el pleno de la Asamblea Nacional dejó once diputados heridos (siete opositores, cuatro oficialistas) en una pelea inédita en la historia política venezolana reciente que muestra lo frágil que es la siempre tensa convivencia entre la oposición y el gobierno.
Desde las presidenciales del 14 de abril la violencia política parece estar permanentemente a punto de estallar, pero algo siempre la contiene. Ha habido episodios, incluso con muertes atribuidas a manifestaciones convocadas por la oposición.
Pero ese estallido final y definitivo no se produce, al menos no con la intensidad arrasadora que algunos presagian, pero en el proceso la gobernabilidad del país se complica.
Los golpes en la Asamblea la complican todavía más, porque es difícil imaginar cómo podrán aproximarse ambos sectores luego de esta golpiza, que desbarata un espacio institucional que se supone está consagrado al diálogo.
Sin palabra y sin sueldo
Ese siempre incipiente diálogo se había roto ya semanas atrás, luego de que el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, decidiera negarle el derecho de palabra a los diputados de la oposición que no reconocieran a Nicolás Maduro como presidente. De paso, Cabello les suspendió el sueldo.
Los opositores no reconocen a Maduro siguiendo la línea de su líder, Henrique Capriles, quien cuestiona la limpieza de los comicios del 14 de abril, pidió una auditoria total del proceso y podría estar a punto de impugnar formalmente las elecciones.
Este martes era la primera sesión parlamentaria después de que Cabello adoptara la polémica decisión, cuestionada por los opositores que consideran que no está dentro de las atribuciones del presidente de la Asamblea adoptar medidas que limitan el trabajo de los representantes populares.
La sesión empezó sin que se reconociera el derecho de la bancada de oposición, la que, al tratar de interrumpir el debate desplegando pancartas y haciendo sonar bocinas, activó una reacción violenta por parte de algunos de los diputados del gobierno.
Chávez, muro de contención
La trifulca hizo recordar a muchos que Diosdado Cabello advirtió recientemente a la oposición que el desaparecido presidente Hugo Chávez era su «muro de contención», en unas palabras que sonaron a amenaza para algunos.
«Ese era Chávez, incapaz de hacerle daño a nadie, a nadie (…) Yo les digo; miren ustedes, tenían que haber rezado mucho para que Chávez siguiera vivo, señores de la oposición, porque Chávez era el muro de contención de muchas ideas locas, de esas que se nos ocurren a nosotros, de muchas ideas locas que se nos ocurren a nosotros».
Aunque algunos consideran que el tono de Cabello es más una bravuconada que una amenaza real, otros destacan cómo ilustra un preocupante deterioro del discurso político venezolano. Y cómo el discurso puede preceder a la acción.
Como en toda pelea –callejera o, como en este caso, de salón- determinar quién pegó más, o más duro o primero, es difícil de establecer. Las «pruebas» en video mostradas nunca podrán abarcar el momento justo en el que se inició todo. Y siempre quedan expuestas a interpretaciones parcializadas.
Lo grave es que el recurso a la violencia entre los representantes de la ciudadanía puede reflejar el estado de cosas en las calles de Venezuela, donde las tensiones podrían terminar incontrolables a medida que la crisis y las divisiones se profundizan.