En Venezuela nuestro marco jurídico atribuye a los gobernantes inmunidad, están protegidos contra la ley, pueden insultar, tergiversar hechos, funciones y aún así son inmunes a los castigo ¿puede un pueblo hacer que sus funcionarios públicos le obedezcan en esas condiciones?
Comenzamos con la atrocidad del Artículo 226 de la CRBV, el cual señala que el Presidente de la República es el Jefe del Estado, es decir, la democracia venezolana es simbólica por cuanto en democracia la máxima autoridad del Estado debe ser el pueblo a través de sus formas de participación en la toma de decisiones, así pues, constitucionalmente Venezuela es un país diseñado para gobernantes, no para el pueblo. Así mismo, el Artículo 236 atribuye facultades absolutas al Presidente, acentuando el tan dañino presidencialismo, dejando en manos de una sola persona el destino de toda una nación.
Las naciones que han alcanzado niveles óptimos de gobernabilidad evitan a toda costa que el poder excesivo recaiga en una sola persona, como decía Bolívar el poder absoluto en manos de uno corrompe ¡y vaya que lo hace! así pues, en esas naciones atribuciones como la dirección de la fuerza armada, relaciones internacionales, decretos de guerra, de suspensión de garantías constitucionales, entre otras tantas recaen en la pluralidad política, es decir, en los parlamentos nacionales.
Otro factor determinante es que en los países que hoy disfrutan altísima calidad de vida como Noruega, Finlandia, Islandia, Japón, Suecia, Suiza y demás, los gobernantes no tienen inmunidad, son tan responsables de sus actos como cualquier persona, sus actuaciones son estrictamente controladas por códigos de ética formales e informales, hasta el atraso en el pago de un impuesto puede significar su destitución, esos países comprendieron que la única manera de prosperar es bajo la dirección de hombres y mujeres capaces, eficientes, que vean en el pueblo jefes atentos, inquisidores, exigentes.
En Venezuela nuestro marco jurídico atribuye a los gobernantes inmunidad, están protegidos contra la ley, pueden insultar, tergiversar hechos, funciones y aún así son inmunes a los castigo ¿puede un pueblo hacer que sus funcionarios públicos le obedezcan en esas condiciones?
Evidentemente no. Por si fuera poco, la política se ha convertido en un entretenimiento, en un circo donde la desatención de los principales problemas de Venezuela es la pauta, nos sentamos a ver, oír o leer que le dijo éste a aquel para después emularlo, al mismo tiempo nos hemos convertidos en cifráfagos, un pueblo que se devoras las cifras y estadísticas de sus “líderes” apartando sumisa y amaestradamente la realidad… una realidad que cada vez es más difícil de ocultar con números. Así somos, un país exclusivo para gobernantes.
Leandro Rodríguez Linárez