Los mercados anticipan una devaluación que, independientemente de temas políticos, no puede tardar demasiado pues no es sostenible en el tiempo
En estos últimos días se habla mucho del endeudamiento de Venezuela. El ministro Giordani ha explicado que este año la deuda externa venezolana no ha crecido y que más bien ha disminuido, lo cual es técnicamente correcto aunque la misma se duplicó en 5 años. Por su parte la deuda interna en el mismo período se ha multiplicado por 6. En otras palabras que se está financiando una parte importante del gasto público (ver más abajo) mediante emisiones denominadas en bolívares que, además, pagan tasas que están bien por debajo de la inflación o aún de las tasas que pagan los instrumentos financieros comunes y corrientes. Todo lo cual pone de manifiesto una deuda que va a ser licuada en un plazo no demasiado largo mediante una devaluación hacia la que apuntan los índices de sobrevaloración de la moneda de los que hablábamos hace algunas semanas.
Desde el punto de vista del mercado internacional, el llamado «riesgo Venezuela» no ha disminuido mucho en los últimos tiempos. Si uno compara el rendimiento de un bono norteamericano de 3 meses con uno venezolano, el primero tiene un rendimiento nominal anual de 0,43% y el nuestro 14,5%. No hay nadie en el mundo, salvo Egipto, que nos llegue cerca en este momento. Lo cual refleja indudablemente, más que el riesgo de insolvencia del gobierno venezolano cosa que nadie cree realmente como riesgo de corto plazo, el riesgo de devaluación el cual sí es muy claro habida cuenta del evidente desbalance entre la tasa de cambio oficial por lo que compra en Venezuela comparado con otros países (tema de la paridad del poder de compra) así como también la tasa implícita que se desprende de comparar la masa monetaria en bolívares con nuestras reservas internacionales. Nosotros somos, además, quienes mostramos un déficit de presupuesto a PIB más grande en este momento (12,5%) acompañados «casualmente» por Egipto con el 10,4%. O sea que gastamos bastante más de lo que percibimos y esto es justamente lo que se financia con Bolívares.
Lo anterior explica por qué los mercados anticipan una devaluación que, independientemente de temas políticos, no puede tardar demasiado pues no es sostenible en el tiempo. Y que demuestra que utilizar el tipo de cambio como ancla de los precios es una política de corto plazo que no puede prolongarse tantos años como lo hemos hecho aquí sin dañar profundamente nuestra industria y nuestra capacidad de generar empleos.
Juan Uslar Gathmann