A una semana de conocer los resultados de un proceso electoral marcado por una clara demostración de civismo y ciudadanía, seguidores y adversarios del Gobierno coinciden en la necesidad de construir una mejor patria sobre los cimientos del respeto y la tolerancia. Queda en manos de nuestros líderes la voluntad de que la reconciliación nacional deje de ser una quimera para convertirla en realidad.
“No se vive celebrando victorias, sino superando derrotas”. Ernesto Che Guevara
“Entiendan que no todo el pueblo chavista es una marea roja de ignorancia ni toda la oposición es herramienta letal de la oligarquía”
La patria que tenemos
Solo un país con una tradición democrática como la nuestra ha podido dirimir sus diferencias políticas en paz y tranquilidad mediante el sufragio, todo ello en el marco de los derechos electorales previstos en nuestra Constitución próxima a cumplir 13 años de vigencia. Ahora bien, dentro del modelo de país al que se debe nuestro Estado Social de Derecho y de Justicia existen millones de voluntades que persiguen el fin único de construir una mejor patria de cara los nuevos retos que deben afrontar las generaciones futuras, sin embargo, cuando el fanatismo, la soberbia y el egoísmo se apoderan de la conciencia ciudadana el camino hacia la paz se convierte en un laberinto imposible de transitar, una sociedad donde impera la anarquía, una clásica selva de cemento en la que priva solo la ley del más fuerte sobre cualquier rastro de raciocinio. Si bien es cierto que nosotros mismos como pueblo tenemos nuestra cuota de responsabilidad en cumplir la tarea de reconocer la existencia del otro, una verdad irrefutable es que nuestros gobernantes llevan a sus hombros la misión de unificar a todo un conglomerado que lo que más desea es trabajar y vivir en armonía.
Una de las lecciones que nos dejó la experiencia electoral es la ratificación del liderazgo que encarna Hugo Chávez, representada por una mayoría consolidada que vertiginosamente ha mermado en comparación con procesos anteriores, esta mayoría victoriosa se mantiene firme y dispuesta a defender los logros y conquistas sociales cosechadas durante más de una década de Revolución, no obstante, del lado opositor se logró aglutinar una masa que aunque oficialmente no logró arrastrar la suficiente carga de voluntades, parece haber encontrado la fórmula para ganar espacios en donde la disidencia y el resurgimiento de liderazgos emergentes forman parte del común denominador. También tenemos un universo de venezolanos que forman parte de la fuga de talento humano que han surcado nuevos horizontes dispuestos a volver a casa mientras se abran las oportunidades y se combata efectivamente problemas como la delincuencia desbordada.
Se impuso el voto tras un gesto noble por parte del pueblo, ahora queda en manos de nuestros líderes trabajar de manera articulada e impongan su verdadero rol de servidores públicos, donde por ninguna razón existan motivos fundados en discriminación política para negarle seguridad, alimentación, vialidad, servicios públicos, ambiente seguro, vivienda, empleo, ni menos incurran en el error de cerrar las puertas del progreso a nadie sin excepción.
Qué espera Venezuela de su gente
No hay motivos para transformarnos en portadores de mensajes que en esencia nos condenan a la autodestrucción como hermanos; como pueblo hemos alcanzado un nivel de madurez política tras recorrer casi un cuarto de siglo de aciertos y fracasos; ya Venezuela no soporta más divisionismo, al contrario nos exige compromiso con nuestras ideas, porque siempre serán bienvenidas las ideas como oxigeno fundamental para el debate, y el debate es la esencia de la democracia. El país que queremos no se construye descalificando al otro, aquí no hay ignorantes, aquí no hay apátridas, aquí no hay marginales mentales, menos burgueses ni mediocres, tampoco hay locos, cipayos, arrastrados ni lacayos imperialistas, jala mecate, malditos, escuálidos, en fin, arrancarnos del pensamiento hasta el más ínfimo rastro de odio, y esta labor ya está en marcha. Solo a través de esta vía viviremos para el progreso y nos ahorraríamos mucho tiempo para construir, entendamos que no todo el pueblo chavista es una marea roja de ignorancia ni toda la oposición es herramienta letal de la oligarquía, Venezuela nos concibe como sus hijos, y lo que espera es que seamos más educados, una educación entra desde el “buenos días” hasta el respetar el orden en cualquier cola, desde ceder el puesto al adulto mayor, en fin, en evitar que la “viveza criolla” alimente la anarquía ciudadana. Vale la pena evocar el pensamiento pitagórico que nos enseña lo siguiente: “Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres”.
Respeto y tolerancia
El tiempo de Dios es perfecto, unos ríen, otros lloran, unos celebran, otros lamentan, unos se burlan, otros insultan, unos que se van otros que se quedan, unos que danzan sobre las mieles de la victoria, otros que aceptan la amargura de la derrota, unos firmes en un proyecto de país, otros decepcionados de lo que tenemos… Creo en un país de libertades, donde no sea satanizado aquél que piense distinto, donde la crítica sea aceptada para mejorar lo que se construye, donde la igualdad de oportunidades sea realmente para todos, donde la prioridad sea la educación y la promoción de valores humanistas ante cualquier pensamiento ideológico. Solo el fanatismo y el egoísmo nos llevarán hacia el abismo. Seguimos en la lucha, seguiremos construyendo la patria que queremos y no la patria que merecemos.
Espacios para el diálogo
El debate político exige el resurgir de una oposición de altura comprometida con los intereses de las masas que no comparten el pensamiento oficial y claman para que sus propuestas sean realmente escuchadas y debatidas en pleno. También reclama la sensatez y la cordura por parte de quienes detentan el poder. Sin embargo, mientras persista en el discurso el tono ofensivo y se impongan decisiones a espaldas de aquellos que piensan distinto, todo será más de lo mismo, o quizás el mejor escenario para abrigar sempiternamente un paraíso para la delincuencia y la mediocridad
Germán José Mora Medina
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