Yanileidy y “El Gerson” son ejemplos vivos de cómo los antivalores echaron raíces en sectores de la sociedad, además de la precaria o inexistente institucionalidad en Venezuela, que nos explota en la cara con toda su intensidad
“Si él lo que mató fueron dos chamos… ¿por qué lo tratan así como un perro?”.
Eso fue lo que me respondió una muchacha morena clara, quien tenía a su novio preso en la cárcel de La Planta durante la crisis que hace meses nos mostró, a plomo limpio, cómo una bala disparada desde El Paraíso podía impactar a un transeúnte en la esquina de Cruz Verde en La Candelaria.
Yanileidy estaba llorosa echándome el cuento de “El Gerson”, con tiroteos intermitentes de fondo, que me hacían preguntarme a mí mismo, “¿qué carajo hago yo aquí?”. Mantuve la compostura y contuve las ganas de salir corriendo, pero admito que en verdad me costó…
Pero Yanileidy no sollozaba por los asesinatos que cometió su novio ni por el olor a bombas lacrimógenas que aún respiraba en la zona. No. Lo que la tenía deprimida era que “a mí Gerson lo trababan como un perro”. Cuando indagué sobre las víctimas, ella cambió el tono lastimero de su voz a uno firme, impregnado de odio. Con la mirada perdida entre los guardias nacionales y las mujeres que esperaban noticias sobre sus parientes presos, espetó: “Esos eran un par de raticas, se lo merecían, por eso mí Gerson los mató”.
Ese episodio de cruda realidad revela una profunda descomposición social, que de analizarla en toda su extensión abarcaría interminables líneas, que van desde el drama carcelario hasta la inversión de valores que da hasta para “glorificar” a un asesino, además, obviamente, del absoluto desprecio por la vida que impera en estos tiempos violentos.
Pero por hoy sólo quiero detenerme a desgajar un filón de la historia: la supuesta “justicia” que hay en quien la “dictamina” según le parezca… ¿ha notado cómo los casos de linchamiento proliferan y ya casi se convierten en una noticia tan común como un apagón o un batazo de Miguel Cabrera?
Y es que de tanto verla y padecerla, la violencia queda banalizada en el rincón de las cosas que parecen “normales”. Del “te robaron pero gracias a Dios no te pasó nada”.
Desmadre institucional
Yanileidy y “El Gerson” son ejemplos vivos de cómo los antivalores echaron raíces en sectores de la sociedad, además de la precaria o inexistente institucionalidad en Venezuela, que nos explota en la cara con toda su intensidad.
Mientras unos buscan cómo protegerse de la delincuencia, otros “hacen justicia”, independientemente de su estrato social o nivel cultural. El resultado del avance de la ausencia de valores familiares y del deslave de instituciones, gestaron lo que se parece mucho a un expaís, en el que de cada 100 delitos que se cometen, poco más de 90 quedan impunes.
Además, el instinto básico de protegerse se expandió espontáneamente, sin un Estado que lo condujera y según como cada quien lo entendió: “Autodefensas” en urbanizaciones del Este de Caracas –con armas incluidas-; vecinos que se organizan en el barrio para “cazar” malandros; “colectivos” que con balas “sanean” los bloques; blindaje de carros; ajusticiamientos de delincuentes y de gente inocente por parte de policías; bloqueo de acceso a sectores debido a la inseguridad; compra de armamento, sea de manera legal o ilegal…
Ese desmadre institucional en el que un policía “cuadra” con un malandro una parte del botín para dejarlo en libertad, se ha hecho “normal”. Antisociales atrapados en flagrancia que deben ser juzgados y condenados a prisión, vuelven a las calles gracias a un “cañonazo” de real, o a la “justicia Fosforito para descongestionar las cárceles”. El funcionario que llega a expropiar un terreno o una empresa y después del “cómo solucionamos esto”, le responden “deposítame tanto aquí y dejamos eso así”.
Sobran los ejemplos, ya se sabe que “el venezolano es muy creativo”… ¿en qué puede parar un país en el que los delitos son vistos como “vivezas”?
El hampa y lo cotidiano
Despertar del letargo de la violencia cotidiana es un reto inmediato que cada familia debería asumir. Si no se actúa a tiempo ante un chamo que está desvalijando un carro, nada impedirá que más temprano que tarde termine asesinando.
El delito siempre incrementa sus niveles de agresividad, nunca retrocede si no existe una acción que lo frene… así ocurrió con los crímenes por encargo. Si la memoria no me traiciona, en los finales de los 80 e incluso en los tempranos 90, aquí había un escándalo cuando el sicariato comenzó como una práctica criminal. En esa época, ya eran “populares” en Colombia y el fenómeno delictivo no tardó en consolidarse en Venezuela. Hoy mandan asesinar a alguien hasta por decirle un piropo a una chama en la calle, y no pasa nada.
Así como “El Gerson mató a esas dos raticas”.
Así como si cualquier cosa.
LA FRASE
“El corrupto no es un ser excepcional. El corrupto es un ser lógico, sostenido por una relación de causa y efecto. El corrupto es ‘la norma’. El hombre honesto o es un pendejo o es simplemente una excepción lujosa”.
José Ignacio Cabrujas
«HUMANISMO» SIN GAS DOMÉSTICO
Suena contradictorio que un Gobierno que se autodefine de «humanista» haga sufrir al pueblo: el drama que se vive en los barrios por la escasa o inexistente distribución del gas doméstico, definitivamente no le duele a la burguesía bolivariana enquistada en el poder. Tal como en el paro de 2002 organizado por la oposición, cuando los sectores más excluidos fueron los que más sufrieron esa irracionalidad extrema, hoy el «humanista» fracaso de cooperativas con el gas doméstico, obliga hasta a las abuelas a montarse una bombona en el lomo a ver dónde consiguen quién se las venda.
Si es verdad que «el Comandante no sabe» lo que está pasando, le sugiero que mande a preguntar en los barrios de Carapita, El Guarataro, El Carpintero de Petare o Las Clavellinas de Guarenas para qué tenga «un contacto con la realidad»: una bombona que no excede los 10 bolívares termina costando 70 o más bolívares, entre los pasajes y el calamitoso ruleteo que se transita para conseguirla.
¿De qué sirven las reservas más grandes de petróleo del mundo, si ni el presidente de PDVSA ni su Gobierno «humanista» garantizan que una bombona de gas llegue al barrio El Nazareno?
Humanistas son mis dos gatos y mi gata, así como el perro de mi vecina Carolina… y ni siquiera lo dicen, lo demuestran… «dime de que te alabas y te diré de que careces»…
AL CIERRE
Qué sabroso es criticar desde Miami a los venezolanos que se parten el lomo aquí. Más sabroso aún es llamar “entreguista” a la oposición por “reconocer” los resultados del 7-O sin una prueba que lo avale, simplemente con pura habladera de paja. Siembran cizaña desde afuera. Locura extrema e irresponsabilidad. ¿Serán tan valientes dando la lucha aquí? Rafael Poleo y su combo fastidian…
Richard Sanz
Twitter: @rsanz777
e-mail: rsanz@diariolavoz.net