El cáncer del presidente Hugo Chávez monopolizó la escena política durante 2012 en Venezuela, que pasó de la confirmación de la continuidad del gobernante para un nuevo sexenio a la incógnita por la posibilidad de que abandone el poder y se abra paso a una nueva etapa en el país.
La aparición de la enfermedad, confirmada por el propio Chávez en junio de 2011, abrió toda suerte de conjeturas sobre su futuro y el de su país, principalmente cuando en octubre de 2012 se celebraron unos comicios presidenciales en los que el mandatario logró el respaldo popular para permanecer en la Presidencia hasta 2019.
La reelección dio vía libre a la revolución que el mandatario encabeza desde 1999 para alcanzar las dos décadas de vida, pero el cáncer volvió a teñirlo todo de duda cuando el 8 de diciembre Chávez reconoció la reaparición de la enfermedad y planteó la posibilidad de apartarse del poder.
Chávez anunció ese día que se sometería en Cuba, país al que ha confiado su tratamiento, a una cirugía «impostergable», la cuarta a lo largo de su lucha contra el cáncer, que ha incluido sesiones de quimio y radioterapia y del que aún no se sabe ni tipo ni ubicación exacta.
Habló por primera vez sobre la posibilidad de que su condición lo aparte del poder y designó como su sucesor político al vicepresidente y canciller, Nicolás Maduro, en caso de que sea necesario convocar a nuevas elecciones.
El mandatario, quien fue reelegido en octubre para el mandato 2013-2019, deberá jurar el cargo el próximo 10 de enero.
Antes de viajar, Chávez delegó el poder en Nicolás Maduro, que de líder sindical escaló hasta jefe de la diplomacia venezolana y tras la victoria de las elecciones del 7 de octubre a la vicepresidencia.
En esos comicios el presidente logró su tercera reelección tras una atípica campaña de poco más de tres meses, carente de sus maratonianos discursos y amplias giras por el país, frente a Henrique Capriles, un gobernador ratificado en su cargo en los comicios regionales de este 16 de diciembre y que salió del central estado Miranda para pelear con Chávez «pueblo a pueblo» los votos.
Ataviado siempre con una gorra con la bandera de Venezuela, Capriles, un abogado de 40 años que fue diputado, alcalde y gobernador, se convirtió en el líder de una oposición variopinta aglutinada en la llamada Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que tomó un nuevo aire con el estilo cercano a la gente y sin confrontación que impuso el joven candidato.
Su carisma, sin embargo, no fue suficiente y al final perdió ante el actual mandatario tras alcanzar 6,5 millones de votos (44,31 %), 1,6 millones menos que Chávez, que con 8,1 millones se quedó con el 55,26% de los sufragios.
Las secuelas de la enfermedad del presidente también se hicieron sentir en la campaña, que el mandatario encabezó a un ritmo muy inferior al de contiendas pasadas, y posteriormente con un Chávez más recatado y alejado de las cámaras que nunca.
El famoso Aló presidente, programa dominical del jefe de Estado, pasó al recuerdo y el Twitter del gobernante no volvió a moverse después del 1 de noviembre.
El presidente venezolano, que limitó sus apariciones a consejos de ministros televisados de un par de horas de duración, recompuso su gabinete y elevó el peso de Maduro, un sindicalista cuyos orígenes como conductor de autobús, destaca Chávez.
El vicepresidente no se ha separado del líder bolivariano desde que le fue diagnosticado el cáncer y fue el encargado de anunciar al mundo en junio de 2011 que había sido operado de urgencia en Cuba por un «absceso pélvico», primera información del cáncer, del que apenas se sabe que está en la pelvis.
Venezuela vivió este año, además, el accidente industrial más importante de su historia reciente, con una explosión en agosto pasado en la refinería de Amuay, parte del Centro Refinador Paraguaná (CRP), el mayor de Venezuela y uno de los más grandes del mundo, que dejó al menos 42 muertos, más de cien heridos y daños materiales aún sin cuantificar.
En el haber de Chávez se puede contar el repunte de la economía, que cerró el tercer trimestre con un crecimiento de 5,2 %, por encima de la meta de 5 % para 2012, y en el debe los altos niveles de inseguridad, con 50 asesinatos por cada 100.000 habitantes y una situación caótica en las cárceles.
Laura Barros /EFE