Nuevas investigaciones ponen en tela de duda las orientaciones médicas que indican que las personas con un marcapasos implantado deben evitar los deportes intensos como el baloncesto y el fútbol, y dedicarse mejor al golf o a bolear.
Muchos pacientes hacen caso omiso a ese consejo y se mantienen activos, y las conclusiones dadas a conocer el lunes indican que el ejercicio vigoroso pudiera resultar seguro para muchas de esas personas.
Un estudio de 372 personas que se mantuvieron practicando deportes competitivos después de implantárseles un desfibrilador para contrarrestar las peligrosas arritmias, concluyó que el dispositivo funcionó apropiadamente a pesar del esfuerzo físico.
«Es una buena guía para muchos deportes y debe asegurar que muchas personas sí pueden practicarlos», dijo el doctor Gordon Tomaselli, ex presidente de la Asociación del Corazón de Estados Unidos, quien no participó en el estudio y que advirtió que todavía quedan interrogantes por responder.
En Estados Unidos se implantan más de 100.000 marcapasos todos los años, dispositivos que detectan cuando ocurre una arritmia y le da un choque eléctrico al corazón para que recupere su ritmo normal. La mayoría de los usuarios padecen de insuficiencia cardíaca y no están en condiciones de practicar deportes.
Pero cada vez con más frecuencia se implantan estos dispositivos a adolescentes y adultos jóvenes, personas que pueden ser más activas y estar en mejor forma física, pero que sufren de algún problema cardíaco subyacente que les puede provocar una arritmia.
El año pasado, Danny Berger, delantero del equipo de baloncesto de la Universidad Estatal de Utah, se desplomó en la cancha, lo reanimaron y posteriormente le implantaron un marcapasos; Berger ha dicho que espera jugar de nuevo. Pero es más difícil aconsejar a las personas a quienes les implantan el marcapasos a manera de precaución, antes de que aparezcan síntomas de problemas.
Las grandes preguntas eran si los marcapasos funcionan debidamente durante una actividad física ardua, y si, por ejemplo, se pueden romper al recibir un golpe en el pecho durante un juego.
La doctora Rachel Lampert creó un registro nacional que, a lo largo de dos años y medio, le siguió la pista a pacientes con marcapasos que decidieron seguir practicando deportes. Entre ellos había algunos atletas de educación secundaria y universidad, así como personas que participaron en juegos de nivel comunitario de baloncesto, fútbol, tenis y otros deportes.
Durante el estudio, los marcapasos se activaron con más frecuencia durante las actividades físicas, ya fueran jugando baloncesto o corriendo para no perder el autobús. Pero cumplieron su cometido: nadie falleció, tuvo que ser reanimado ni experimentó una lesión a causa del choque eléctrico, informó Lampert el lunes en la publicación especializada Circulation.
Durante el estudio, 77 personas recibieron choques eléctricos: 10% durante la práctica de algún deporte, 8% durante actividades físicas y 6% en reposo. Aproximadamente dos terceras partes que recibieron choques eléctricos volvieron a practicar su deporte, dijo Lampert.
Sin embargo, el estudio fue de poca envergadura y el doctor Tomaselli advirtió que la mayor preocupación es que el marcapasos se salga de su lugar entre los que practican deportes de contacto, como fútbol estadounidense y hockey. Muy pocos de esos pacientes participaron en el estudio para poder sacar conclusiones.
El estudio fue financiado por tres fabricantes de desfibriladores.
AP