1¿Es posible mudar a la gente de los barrios a sitios más seguros, con menos riesgos de derrumbes e inundación?
NO. No es posible “mudar” a los habitantes de los barrios, por razones físicas, económicas y éticas, que tienen implicaciones sociales y políticas. En primer lugar, el país que vive en los barrios es más grande que el país que vive en la cuadrícula urbana formal. 54% de los venezolanos vive en barrios. Sería más fácil “mudar” a quienes viven en la ciudad formal. En segundo lugar, poblamiento y actividad económica son dos vertientes de un mismo proceso geográfico, es decir, la gente no vive donde le da la gana, o donde le de la gana a los burócratas, sino allí donde consigue acceso al sustento económico y a los centros de servicios. Éticamente hablando tampoco es potable en una sociedad democrática pretender “resolver” el problema de los barrios urbanos mediante desalojos forzosos y reubicaciones compulsivas, como en el pasado, o mediante la oferta engañosa de las llamadas “ciudades socialistas”, como en el presente, porque ambas “políticas” niegan a los pobres su derecho a la ciudad.
2. Los barrios en Venezuela se están cayendo ¿Es posible urbanizarlos?
SI. Ante lo improbable de la “mudanza” como opción viable frente al tema de los barrios, muchos dudan que sea posible “urbanizarlos” (esto es, habilitarlos, homologar la prestación de servicios públicos fundamentales con lo que es la realidad de estos servicios en la cuadrícula urbana formal), porque “los barrios se están cayendo”. La verdad es que 80% de los barrios del país no “se están cayendo” porque no tienen hacia donde “caerse”: son barrios planos, fáciles de urbanizar. Sólo 20% de los barrios del país están construidos en cerros y están ubicados en Caracas, es decir, muy cerca de los recursos y capacidades financieras, técnicas y profesionales que permitan enfrentar el reto de ingeniería que significa habilitar estos conglomerados humanos levantados en pendientes.
3. ¿No es demasiado caro convertir en condominios populares los barrios del país?
NO. En 2001 un estudio realizado por la última administración responsable y profesional que tuvo el Consejo Nacional de la Vivienda, CONAVI, calculó en 3 mil millones de dólares el costo de habilitar los barrios populares de toda Caracas. Eso es CINCO VECES MENOS de lo que este gobierno ha gastado sólo en armas rusas. Urbanizar los barrios en toda Venezuela no sería un “costo” sino un proceso de auge económico que crearía millones de empleos y generaría centenares de miles de frentes de obras, dando trabajo legitimo a decenas de miles de empresas venezolanas. Habilitar los barrios no es “caro”. Carísimo ha resultado no hacerlo.
4. En los barrios gobierna el hampa ¿Es posible cambiar esa realidad?
SI. Aunque es entendible también que muchos duden sobre la viabilidad de desarrollar un proceso de auge económico de estas características en los barrios, cuando esos espacios hoy son escenarios de violencia y muerte por el control que allí tiene el hampa, como lo demuestra el hecho de que todas las encuestas de victimización establecen que 8 de cada diez víctimas fatales del hampa caen en los barrios. Ahora bien, EL HECHO DE QUE EL CRIMEN “GOBIERNE” EN LOS BARRIOS NO INDICA QUE EL HAMPA ALLI SEA MAYORITARIA, SINO QUE EL GOBIERNO NO CUMPLE CON SU TRABAJO DE PROTEGER A LA MAYORIA HONESTA QUE ALLI VIVE. En efecto, especialistas de la Mesa de Unidad Democrática estiman que en el país existen unos 180 mil delincuentes violentos, organizados en unas 18 mil bandas. Si asumiéramos que esos 180 mil delincuentes viven todos en los barrios, eso sólo quiere decir que 98,8% de los habitantes de los barrios son gente honesta. En efecto, al colocar esa estimación de 180 mil delincuentes sobre el total de población de los barrios venezolanos (15.120.000 personas, 54 % del total nacional revelado por el censo 2011) tenemos que el total de delincuentes representa apenas 1,2% de la población total de los sectores populares. Derrotar al hampa apoyando (y apoyándose) en esa inmensa mayoría honesta que vive en los barrios es perfectamente posible aun. Quizá dentro de 6 años el panorama sea otro. Quizá 6 años mas de impunidad, de corrupción sistémica, de promoción desde el poder de los antivalores de la violencia y del desprecio por las instituciones, puedan convertir en irreversible esta nefasta situación. Pero hoy, en 2012, aún el hampa es minoritaria, y el cambio para bien aún es posible.
5. ¿Los barrios surgieron como un “castigo” del capitalismo a los pobres?
NO. “El capitalismo puso a los pobres a vivir en los cerros, en los zanjones, en las quebradas…” Esta es una expresión que hemos escuchado en repetidas ocasiones en boca del oficialismo, fiel a la práctica (que hasta ahora les había resultado exitosa) de utilizar el resentimiento social como sustituto de su poco consistente oferta programática. La realidad histórica es otra: Los barrios urbanos surgieron en Venezuela como expresión de la esperanza del pobre en una vida mejor. Huyendo de las miserias, de las enfermedades y del abandono en el campo, el pobre rural emigró a las ciudades de la faja norte costera del país en busca de mejor calidad de vida. Y, por cierto, hizo bien, porque un modelo político centralista heredado del gomecismo concentró en las grandes ciudades los beneficios y las oportunidades que la explotación petrolera trajo al país. Aquí se transformó en un pobre urbano, y durante los primeros veinte años de la democracia venezolana pudo comprobar en carne propia que mediante el trabajo duro y el estudio era posible salir de la pobreza. Los barrios de los años 60 y 70 del siglo pasado no eran entonces un “problema”, sino la solución que la gente fue capaz de construir para vivir la aventura de la movilidad social en una economía productiva y en una sociedad democrática. La palabra “crisis” no formaba parte de nuestro lenguaje cotidiano. El barrio fue entonces un espacio de esperanza. Y puede volver a serlo.
6. ¿Qué es lo deseable para el barrio: Seguir como en los últimos 14 años, o cambiar?
En 1973 Venezuela vivió el impacto de una súbita riqueza. La llamada “Gran Venezuela” fue el sueño de vivir no del trabajo sino del petróleo, no del esfuerzo productivo sino de las prebendas distribuidas por un Estado munificente. A principios de los años 80 el “Viernes Negro” evidenció que aquel modo de vida era irreal e insostenible, y se inició una crisis económica, política, social y moral que cumplió ya 30 años. La mitad de estas 3 décadas se fueron en la fallida pretensión de ignorar la crisis o “correr la arruga” (gobiernos de Lusinchi, Herrera y Caldera II). La otra mitad, la más reciente, coincidió con una nueva bonanza internacional de los precios petroleros, peor malgastada que la primera, pues el gobierno de estos 14 años ha insistido en la fallida estrategia de repartir prebendas en vez de promover en todos los ciudadanos y sobre todo en los más pobres la construcción de capacidades para aprovechar todas las oportunidades, las que existen y las que hay que hacer surgir. En estos 30 años los barrios dejaron de ser espacios de esperanza y pasaron a ser espacios de estancamiento, y en los últimos 14 años se transformaron en lugares de una sobrevivencia cada vez más angustiosa: Antes la ecuación de vida de un joven en los barrios era “estudio, trabajo y éxito”. Hoy es “moto, pistola y muerte”; Antes, al preguntar a una madre en el barrio que quería para su hijo en el futuro, esta solía responder que quería que su hijo fuera doctor, ingeniero o abogado. Hoy lo único que pide a Dios, al destino, a la suerte, es que a su hijo no se lo maten. Seguir “como en estos 14 años” es, en los barrios, seguir el camino a los refugios, a la morgue, a la cárcel. Seguramente, esto explica porque los mercenarios de la violencia oficialista se empeñan en evitar que el cambio camine por los barrios. Vano intento. La esperanza se abre paso.
Chuo Torrealba | Radar de los Barrios