La actriz Salma Hayek es muy consciente de que las puertas de Hollywood jamás se le habrían abierto de par en par si no hubiese nacido con un físico privilegiado con el que, curiosamente, no siempre se ha sentido tan cómoda como ahora, a sus 48 años.
“Cuando comencé mi carrera estaba un poco confundida respecto a eso de ser un sex symbol. Soñaba con ser buena actriz, una actriz de talento. Quería estudiar nuevos papeles y personajes. Y mi lado sexy me molestaba. Pero tengo que reconocer que, teniendo en cuenta mis circunstancias en Estados Unidos, si no les hubiera interesado mi lado sexy no me habrían querido”.
Sin embargo, el desembarco de Salma en la meca del cine no fue precisamente un camino de rosas a pesar del interés que atrajo su belleza latina, ya que era demasiado “inocente” para lidiar con una industria como esa.
“Era muy inocente y pensaba que llegaría y tendría trabajo. Ni siquiera sabía que necesitaba un agente. Fue una verdadera lucha y creo que lo sigue siendo para todos los actores y actrices. Yo también tengo que luchar para conseguir un papel incluso ahora, que todo me resulta más fácil. Y me han dicho muchas veces que no volvería a trabajar jamás”.
A día de hoy Salma vive en Londres junto a su marido, el empresario francés François-Henri Pinault, y su hija Valentina (4), aunque ella sigue sintiéndose una emigrante en cualquier lugar.
“Cuando estaba en México me consideraban libanesa por mis orígenes familiares, cuando llegué a Estados Unidos decían que era mexicana… Luego, una vez en Francia, decían: ‘Es una actriz americana’. Y ahora que estamos en Londres dicen que somos una de esas familias francesas que acaban de mudarse a la ciudad. Siempre he sido una emigrante en todos los lugares donde he vivido. Siento que vengo de todos esos lugares geniales que me han abierto las puertas”.