Llegó a la final sin el favoritismo, dado el buen camino de Bucaneros, pero terminaron alzando los brazos en señal de triunfo
Reconocimiento general –no podía ser de otra manera- al éxito de Cocodrilos en la temporada 2015-16 de la LPB. En toda la eliminatoria disputando el primer lugar, barrida sorpresiva frente a Guaros en semifinal y culminación en el tope de 7 juegos ante Bucaneros.
Sorpresivo el resultado ante los larenses, eso sí, y muy interesante de analizar desde el punto de vista del trabajo de ambos equipos en una serie que no solo apuntaba, en los comentarios previos, hacia los de Barquisimeto, sino que en ningún caso hacía pensar en ese aplastante 4-0 que dejó atónita a una afición larense entusiasmada con los suyos luego de alcanzar el título en la Copa de las Américas.
A la final llegó, asimismo, sin el favoritismo, dado el buen camino de Bucaneros, que movió muchos importados hasta lograr el mejor funcionamiento. Tan bueno que no pocos le otorgaban las mayores posibilidades, en particular por la mayor jerarquía de su personal criollo, afianzado en la experiencia de Héctor Romero, Jesús Centeno y Carlos Cedeño.
Una serie, la final, de muchas controversias. En particular por el arbitraje, que a distancia juzgamos adecuado a la circunstancias, a pesar de esa presión permanente generada –en buena parte- en el desconocimiento de errores propios de técnicos y jugadores que involucra al público más de lo prudente y llega a desvirtuar la realidad de un trabajo sumamente delicado.
Con respecto al arbitraje, coincidimos con el exjugador y técnico Bruno DiAdezzio (ahora dedicado a la enseñanza), que de eso conoce bastante: “nunca fue factor determinante y manejó con tino situaciones difíciles”.
Cocodrilos: ejemplo a seguir
En lo que parece una política de la organización en estos tiempos duros del país (sucede algo similar con el equipo de fútbol), el club de la Cota 905 no tuvo empacho en dejar ir, en dos años, al núcleo fundamental de su plantel criollo: Luis Bethelmy, Windi Graterol y Néstor Colmenares se fueron a Guaros y Jesús Centeno a Bucaneros.
Uno de los grandes éxitos de Néstor Salazar fue, precisamente –y en ello hay que incluir el aporte de todo su cuerpo técnico-, el trabajo con los nuevos valores. Instruir y darles confianza, alta responsabilidad, independientemente del rival, siempre llevando a pulso los partidos para apoyar un trío de importados de enorme rendimiento. Titulares y suplentes respondieron a la alta exigencia, minando la confianza de un adversario que intentó la remontada pero no tuvo el mismo empuje de los saurios en los momentos culminantes.
Inobjetable la preparación de sus jugadores, que ya se vio en la temporada anterior. Pero también de lujo la conducción de Salazar y su cuerpo técnico desde la línea. Manejando con tino los hilos, minuto a minuto, sin temor a darle responsabilidad a jóvenes de poco recorrido pero llenos de confianza, de autoestima, y rendidores de acuerdo a las exigencias del duelo.
No es común que se reúnan tales cosas, por ello el reconocimiento al veterano estratega, motor de un trabajo que debe llamar la atención de los otros equipos por lo que significa la dedicación al talento criollo y el acierto en la contratación de importados (fue el equipo que menos cambió, apenas 5 en la campaña). Otro aspecto, como el global, que fuerza al reconocimiento para Rostin González, exjugador que ha sido artífice desde la gerencia deportiva sauria.
Claro que sería injusto saltar los elogios al trío de importados: su asimilación al grupo y compenetración con los criollos en primer lugar. Y entrega total, rendimiento al tope, superando contratiempos con una actitud que hizo justicia a su escogencia.
Del otro lado
En Bucaneros advertimos coincidencia en una suerte de boomerang: la contratación –como en el caso de Guaros-, de un importado de mucha jerarquía, pero que “rompió la química”, el entendimiento del colectivo, en adelante dependiente de la individualidad.
Jordan Hamilton, con cartel NBA, mostró calidad. Pero Bucaneros distorsionó su juego cuando se hizo excesivamente dependiente de él, como se demostró luego de su expulsión.
Otra experiencia para una divisa que cumplió con acierto su sexta participación en la LPB al llegar a una final, de manera inesperada para muchos pero producto de un acertado trabajo organizativo y técnico.
-Armando Naranjo-