Con los desatinos políticos cometidos y teniendo el control del Poder Legislativo nacional, disminuido de por sí, se aprestan a una nueva aventura
El presidente Chávez siempre manifestó su pesadumbre por la inexistencia de una oposición real que, cumpliendo con su papel objetor de las acciones gubernamentales no compartidas, sirviera de contrapeso al gobierno bolivariano que él presidía.
Otredad
Entendía el estadista que fue Chávez, que la oposición, de jugar ese rol, estaría, también, ejerciendo el gobierno, pero desde la otra orilla, sirviendo de freno, controlando, contraproponiendo enfoques que serían las percepciones, justas o no, de aquellos sectores de la sociedad opuestos al proyecto bolivariano, que indiscutiblemente forman parte del país, cuya opinión y sentir hay que considerar a la hora de la toma de decisiones, de las grandes decisiones, que inciden en la vida presente y futura de la nación venezolana.
De esa contraposición, por supuesto, nada suave ni sencilla, surgiría la síntesis marcadora de los pasos a seguir; lo que pretendía la perspectiva del comandante de la revolución bolivariana, surgida del voto que no de las armas, es decir, expresión democrática de la voluntad popular, era la vindicación de la otredad, que no implicaba, en ningún caso, la exigencia de deposición de principios, la negación del otro, sino precisamente, el reconocimiento del otro.
Pero la oposición, o mejor, quienes la dirigen, nunca entendió cuál era el papel que le correspondía en el juego democrático. Por el contrario, desde el primer día tomó el camino del desvarío, en la creencia de que todo era válido con tal de reconquistar el poder.
Carcamanes en la eternidad
Sin otro plan que no fuese el del desplazamiento inmediato del chavismo de la dirección del país, se enrumbó, preferentemente, por los atajos antidemocráticos, en la convicción de que, al contar con los auspicios y apoyos del imperialismo estadounidense y de la derecha internacional, tendría el aval suficiente para materializar su impaciencia por retornar a los predios de Miraflores.
Y en eso se le han ido 17 años a la élite opositora que, para el tránsito vital de un pueblo es poco, pero para individuos de carne y hueso, carcamanes como Ramos Allup y allegados, es toda una desesperante eternidad.
En este sentido, han intentado todo lo habido y por haber, acrecentándose la desesperación luego de la siembra del imbatible Chávez, con la llegada de Nicolás Maduro a la presidencia, pues estaban convencidos que este no duraría un soplido, simple obrero al fin, al frente del país. Y mire que se ha mantenido, contra viento y marea, por más de 3 años, soportando, incluso, mayores embates que el propio Chávez.
En estos momentos, con los desatinos políticos cometidos, teniendo el control del Poder Legislativo nacional, disminuido de por sí, se aprestan a una nueva aventura, una más de las tantas que han intentado, teniendo como puntal la irracional guerra económica que las burguesías comercial y pseudo industrial han desatado en contra del pueblo venezolano, y solapándola en la banal ilusión del desalentado Referéndum Revocatorio que, es palmario, ya fracasó.
Ya fracasaron
Si a estas alturas del juego se puede sostener que no es que van a fracasar en esta nueva oportunidad sino que ya fracasaron, una vez más, en sus propósitos turbios de ponerle la mano al poder político del país; se nos hace evidente que estamos en presencia de un trasnochado plan que, como decimos en criollo, no va pa’l baile.
Esta convicción la sustentamos en base al siguiente razonamiento: en primer término, la propia cúpula opositora está consciente de la improcedencia de la convocatoria del Referéndum Revocatorio solicitado por la MUD al CNE para antes del 10 de enero próximo; sabe, mejor que nadie, que intentaron activarlo a destiempo (al hacerlo en mayo y no en enero de este año cuando se vencía la mitad del período presidencial) y, por otro lado, es pública y notoria la naturaleza grotescamente fraudulenta del proceso de activación llevado a cabo por la dirigencia opositora en la fase previa, cuando la recolección del 1 % de las firmas necesarias para que el CNE autorizara el inicio del proceso. Tan viciado fue ese procedimiento que ciudadanos afectados tienen introducidos más de 8 mil demandas ante distintos tribunales del país y están a la espera de los respectivos pronunciamientos, hecho que ha de suceder en los próximos días.
Pero, en segundo término, la otra razón, ya de carácter político, para afirmar, con antelación, el fracaso de este último plan de la élite opositora es que el mismo descansa en el avieso dispositivo de que con motivo de la recolección, en los venideros días del 26, 27 y 28 de octubre, del 20 % de la firmas (cerca de 5 millones del padrón electoral), van a volcarse, “firma y calle”, en las ciudades del país millones de venezolanos, con la exigencia al CNE de una fecha perentoria para la realización del Referéndum. Consideran que con ese cebo van a generar una gran protesta nacional a la que sumarán “la escasez de alimentos y medicinas, la crisis humanitaria, la carta democrática de la OEA, la inseguridad, etc.”, con lo cual pretenden darle un giro al motivo inicial, desarrollar acciones anárquicas desestabilizadoras y con ello forzar la renuncia del presidente Maduro y del gobierno bolivariano. Como vemos, un plan fraguado en los moldes imperiales y que la derecha opositora pretende enarbolar como surgido de las circunstancias nacionales.
Saldrá por millones
Dice mi amigo llanero que “guerra avisada no mata soldado y si lo mata… bien pendejo es”; el bravo pueblo ciertamente está pasando penurias, pero cada vez tiene más claro el origen y causalidad de las mismas, quiere paz y no anarquía y mucho menos retroceder a las horcas caudinas del neoliberalismo; saldrá a las calles, por millones, pero a defender los logros alcanzados con la revolución bolivariana, el legado de Chávez y el gobierno del presidente Maduro. Sí, que vaina con esta oposición que no termina de entender el papel que le corresponde en el proceso actual de cambio de la sociedad venezolana.
«La oposición, o mejor, quienes la dirigen, nunca entendió cuál era el papel que le correspondía en el juego democrático…»
Miguel Ugas