Uno de los factores más insólitos de todo esto es la reiterada acusación de golpistas que el régimen formula contra los dirigentes democráticos y el anuncio sobre inminentes golpes de Estado
Jamás Venezuela había sentido los rigores de una tiranía como la que ha implantado el régimen dirigido por Nicolás Maduro. Es muy poco lo que podemos agregar a lo que está a la vista de propios y extraños. Uno de los factores más insólitos de todo esto es la reiterada acusación de golpistas que el régimen formula contra los dirigentes democráticos y el anuncio sobre inminentes golpes de Estado. Se trata de complejos de culpas pasadas y presentes. Este país es, sin duda alguna, el que tiene en su seno la mayor cantidad de golpistas por metro cuadrado en este continente. Buen competidor con relación al mundo entero.Todo, absolutamente todo, es sobre la base del disimulo, de la mentira y del engaño. En lo político, en lo social, en lo económico, en lo militar y hasta en lo religioso mirado desde perspectivas éticas indispensables para medir la conducta de quienes detentan el poder. Próximos a cumplir dieciocho años del inicio de esta trágica experiencia nadie tiene derecho a llamarse a engaños. No hay “imparcialidad” que valga. La indiferencia es una suerte de traición a los valores y principios fundamentales de la vida en libertad y democracia.
De compartir estas afirmaciones solo queda pasar a la acción para alcanzar un cambio radical en el menor tiempo posible e iniciar el proceso de construcción de un país fundamentado en esos valores que hemos citado. Sin desestimarlo, esto trasciende lo estrictamente electoral. No vacilo en hablar de una verdadera revolución en libertad para que la dignidad de la persona humana, la justicia social como instrumento para alcanzar el bien común y la libertad dentro de un ordenamiento jurídico sabio y estable sean las características fundamentales de la nación.
Nuestra invitación es, una vez más, a dejar de lado todo cuanto pueda separarnos en esta hora que reclama unidad. Puede ser dinámica y hasta diferenciada, pero unida en cuanto al objetivo del cambio y los principios fundamentales que deben regir la nueva etapa. No es fácil. La oposición es hija legítima del pluralismo democrático y en ella existen visiones distintas y hasta aspiraciones encontradas que a veces dificultan la marcha común. Pero es necesario exigirlo y plantearlo con todas las fuerzas que podamos.
Repitamos, con aquella estrofa de la guerra federal: “El cielo encapotado anuncia tempestad”, que quien vive entre tinieblas no distingue los peligros. Lo primero que hizo Dios fue la luz. Tenemos que ser como el águila que en la tempestad agita con más fuerza sus alas. La vida de Venezuela se abre hasta el infinito. Está en nuestras manos un futuro que ya empezó.
Oswaldo Álvarez Paz
@osalpaz