Eduardo ha visto en la prensa que la harina de trigo llega al país y se distribuye entre los comercios que viven principalmente de vender pan y los consejos comunales, suerte de vía especial y expedita para que ese alimento llegue directamente a las comunidades
7:00 am
Todos los días sale en televisión y en el resto de la prensa nacional, pero sobre todo en la prensa oficial, un funcionario más altanero que otro, más gritón, más déspota que el anterior, a repetir que el gobierno garantiza el trigo panadero para los próximos doscientos cincuenta años en el país y que por eso la popular canilla (versión más suave de la baguette europea, un pan salado, delgado y alargado de harina de trigo, que se utiliza para rellenar) no solo debe costar Bs.100 los próximos tres siglos, sino que las panaderías no deben permitir que los usuarios hagan cola fuera de los comercios (como si esa fuera una decisión de los comerciantes).
Pero Eduardo ya no cree en esas palabras de funcionarios con ínfulas falsas y que rayan en la burla. Si ese tipo de declaraciones no fuera tan trágica, en realidad provocaran risa. Y risa de la buena.
El precio de la canilla fijado por el gobierno es un episodio más como aquel en el cual el vicepresidente de la república, nada menos que el vicepresidente de la república, encadenó la radio y la televisión para fijar el precio del cartón de huevos en Bs.400. Y al día siguiente no había ni una sola postura en la calle. Ya ese mismo cartón de huevos va por Bs.4.000 y el rancho ardiendo.
Si no hace una cola gigantesca, Eduardo tiene que comprar la canilla a 350 o 400 bolívares, no sin preguntarse de dónde sale esa harina, y dónde hacen ese pan.
2:00 pm
Luisa fue convocada para el liceo de su hijo, a quien conocen popularmente como «El Gordo», con el objeto de la primera charla de clases, el nuevo año escolar y todo aquello.
Cuando llega, el aula múltiple del liceo guatireño está full de representantes, unos más contentos que otros, unos más colaboradores que otros.
Algunos profesores se pasean por el lugar, saludan e interactúan con los representantes, haciendo recomendaciones, hablando de los muchachos, que es el fin último.
Y llega el director, o un enviado de la dirección. Luisa no sabe a ciencia cierta quién era el personaje. Y lo escucha. «Tenemos que recordar que hace 17 años llegó un hombre al poder que nos visibilizó, que nos abrió el camino para el saber, que nos dio herramientas para hacernos sentir, que nos dio oportunidades».
Luisa no sabía por qué aquel personaje hablaba de ese tema, no sabe por qué tocaba el punto, lo veía fuera de lugar. Y seguía: «A él tenemos que agradecerle que ahora somos un país respetado, con una educación gratuita…» Y bla, bla, bla…
La mujer, fastidiada, estuvo a punto de levantarse y retirarse. Vio aquella conversación fuera de lugar, y comparó la política con la religión. «Igual me sintiera si un evangélico aprovecha el foro que le da una posición como educador para tratar de convencer con su creencia», pensó. «No puede ser que le hablen a uno así, porque en la misma medida que ese señor piensa en su comandante como su héroe, en la misma medida no lo es para mi y él debe respetar eso».
6:00 pm
Ávido lector, Eduardo ha visto en la prensa que la harina de trigo llega al país y se distribuye entre los comercios que viven principalmente de vender pan y los consejos comunales, suerte de vía especial y expedita para que ese alimento llegue directamente a las comunidades.
Pero Eduardo se pregunta por qué sigue siendo un problema comprar el pan barato que dice el gobierno y por qué el producto pasó a ser vendido en las calles por buhoneros y manteleros, quienes evidentemente llevaron su precio por encima de los Bs.400, sin ningún funcionario gritón ni altanero que fiscalice esa venta.
«¿Ese pan es hecho en panaderías y revendido en las calles?», se pregunta Eduardo. «¿O lo hacen los mismos buhoneros con la harina de trigo que se filtra hacia los consejos comunales?», insistió.
Mientras las panaderías abren sus puertas con una espada de Damocles sobre su actividad diaria llamada Sundde (Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos), no existe ninguna forma de fiscalizar el pan que se vende detallado y más caro en las calles.
En camino a su trabajo, Eduardo pasa a diario por el sector El Samán, en Guarenas, y cuando ve las colas de las panaderías muy largas, no tiene otra opción que comprar la canilla a Bs.400 en una venta improvisada en plena vía, tarantín de por medio, entre los buhoneros, donde además el precio varía de un día para otro sin que medie ningún tipo de intervención fiscal.
«¿Qué más voy a hacer?», le preguntó Eduardo uno de estos días a su esposa, quien le reclamó por comprar el pan tan caro. «Una cosa es lo que dicen esos ministros y otra la realidad de la calle», se quejó.
«Eduardo se pregunta por qué sigue siendo un problema comprar el pan barato que dice el gobierno y por qué el producto pasó a ser vendido en las calles por buhoneros y manteleros…»
Edwar Sarmiento