Es obvio: el régimen se va a seguir derrumbando, y el pueblo venezolano va a seguir luchando para salir de esta desgracia
A ver: los empresarios y comerciantes que, para poder adquirir materia prima, artículos y productos terminados, lograron hasta el pasado viernes 4 comprar cierta moneda “innombrable” en el mercado negro (único mercado real al que tiene acceso la mayoría no enchufada) tuvieron que pagar entre 1.800 y 2.000 bolívares por cada una de esas verdes “lechugas”. Eso es terrible. Pero peor aún es que el costo de lo que llamaremos “lechugas de reposición”, es decir, el costo previsto de esa divisa para reponer tales productos e insumos en lo que se agoten los actuales inventarios, está calculado por el orden de los 3.500 y hasta 4 mil bolívares por unidad. Eso se llama, claro y raspado, hiperinflación.
¿Eso se acabará antes del 11 de noviembre? ¡No creemos!
Sigamos viendo: un gobierno mala paga, maula, que le ha quedado mal a todo el mundo, que no le ha cancelado deudas ni a los laboratorios farmacéuticos, ni a las líneas aéreas, ni a las ensambladoras automotrices, un gobierno que en lo único que tiene liderazgo mundial es en corrupción y sinvergüenzura, tiene hoy cortadas importantes líneas de crédito, y en consecuencia de ello por todo el Mar Caribe hay barcos anclados con alimentos y medicinas que debieran ser desembarcados en Venezuela, pero no llegan a nuestros puertos porque el mismo gobierno que tiene dólares para financiar los lujos obscenos de los funcionarios del régimen dice no tenerlos para pagar la comida y las medicinas que los venezolanos necesitan con urgencia de vida o muerte. Eso se llama, claro y raspado, crisis humanitaria. ¿Eso se acabará antes del 11 de noviembre? ¡No creemos!
Continuemos viendo. “Lo que es arriba es abajo”: la macro-corrupción de los saqueadores rojos que se han vuelto multi-archi-mega millonarios accediendo a divisas para realizar importaciones que nunca hicieron en realidad, o triangulando importaciones corruptas de mercancía a punto de vencerse, con sobreprecios grotescos y comisiones estrafalarias, sirve de marco a la corrupción de base, la de los “camaraditas” que individualmente o en “colectivos” han colonizado los Claps y han transformado ese operativo (como antes los Mercados Bicentenarios, los Mercal, los “Pudreval”, etc.) en un asqueroso antro de corrupción. Las bolsas de comida que le venden al pueblo nunca llegan a la totalidad de las familias censadas en las poligonales de cada consejo comunal. Y las que llegan están abiertas, con menos productos de los ofrecidos. Y luego viene el malandro gobiernero a venderle a las familias, a un precio treinta veces superior, el mismo producto que antes le robó. Eso se llama, claro y raspado, convertir en negocio rojo la miseria generalizada. ¿Eso se acabará antes del 11 de noviembre? ¡No creemos!
Veamos especialmente esto: primero el régimen cedió a los pranes el control de las cárceles; luego le cedió al hampa el control territorial de amplias extensiones mal llamadas “zonas de paz”; finalmente, los pranes se vinieron a las ciudades, y hoy existen barrios en Caracas y en todo el país donde los “luceros” le revisan a los vecinos los teléfonos celulares al entrar y salir del barrio, y hay que pedir permiso al pran local para recibir la visita de un familiar, porque si los “gariteros” avistan una visita sin permiso, el familiar puede morir asesinado. Eso se llama, claro y raspado, el imperio del hampa común alcahueteada por el hampa política. ¿Eso se acabará antes del 11 de noviembre? ¡No creemos!
Entonces, ¿qué va a pasar después del 11 de noviembre? Obvio: el régimen se va a seguir derrumbando, y el pueblo venezolano va a seguir luchando para salir de esta desgracia. El régimen va a seguir usando las únicas herramientas que le quedan, la violencia represiva y la violencia simbólica: con la violencia represiva (tanto la física como la institucional) seguirán persiguiendo y reprimiendo a todo el que defienda al pueblo y a la Constitución, y con la violencia simbólica, con sus discursos y amenazas, seguirán intentando dividir, desmoralizar y desmovilizar al pueblo democrático. Por nuestra parte, vamos a seguir luchando incansablemente, firmemente, conscientes de que al régimen hay que enfrentarlo con estrategia que lo derrote, no con impaciencia que lo atornille.
Lo que va a pasar después del 11 de noviembre es que el pueblo democrático venezolano va a seguir ganando (¡Si! a seguir ganando, porque tener hoy al Vaticano involucrado en el conflicto venezolano es una victoria del pueblo democrático, y también lo es haber sentado en una mesa a un régimen que ni siquiera quería reconocer la existencia y legitimidad de la mayoritaria oposición). Vamos a seguir luchando para recuperar el derecho al voto, vamos a desalojar democráticamente a Maduro del poder, vamos a vivir un exitoso proceso de transición a la democracia y vamos reconstruir esta Venezuela nuestra. Y lo vamos a hacer luchando en las calles, pacífica y enérgicamente, y luchando desde las instituciones ya liberadas, como la Asamblea Nacional, y luchando también desde los espacios en que podamos desenmascarar a la dictadura y dejarla en evidencia ante el mundo, como la Mesa de Diálogo.
Somos un inmenso y mayoritario país desarmado enfrentando a una cúpula minúscula y cruel, armada hasta los dientes. A esa cúpula se la está comiendo el malestar social que a su vez es producto del hambre y de la inseguridad. Pero los venezolanos no podemos esperar que el régimen caiga por su propio peso: el cambio es urgente, porque cada día que pasa son vidas que se pierden por hambre, por falta de medicinas, por la inseguridad. Por eso lo que viene es lucha. No hay “soluciones mágicas”: pidiendo una partida de nacimiento no se desaloja del poder a una dictadura, ni una marcha al Palacio de Gobierno será la “batalla final”. Aquí lo que viene es un país unido, movilizado, enfrentando pacífica y democráticamente en todos los espacios a un régimen que ni es pacífico ni es democrático, pero que ya no tiene ni respaldo popular ni apoyo internacional para continuar saqueando a Venezuela.
Lo que viene después del 11 de noviembre no es demagogia, impaciencia y suicidio, sino estrategia, lucha de todos y victoria del pueblo democrático ¡Pa’lante!
«El cambio es urgente, porque cada día que pasa son vidas que se pierden por hambre, por falta de medicinas, por la inseguridad…»
Jesus Torrealba