Nunca una mujer ha estado tan cerca de llegar a la presidencia de los Estados Unidos ni a un puesto tan alto en la política de ese país
Estelle Liwbow Schultz nació antes que las mujeres estadounidenses tuvieran el derecho de votar. Ahora, a los 98 años, orgullosamente votó anticipadamente con la esperanza de hacer historia y ayudar a elegir a la primera mujer presidente.
Schultz nació en junio de 1918, dos años antes que las estadounidenses adquieran el derecho al voto mediante la 19º enmienda a la Constitución.
«Ver semejante logro en mi vida es algo increíble», dijo la maestra jubilada que vive apaciblemente en Rockville, Maryland, en la periferia de Washington.
Después de votar, Schultz aún alimenta la esperanza de acompañar personalmente en enero la ceremonia de investidura de su candidata, Hillary Clinton, después de una ininterrumpida secuencia de 44 hombres que comenzó con George Washington en 1789.
Se trata de una larga caminata que comenzó en 1872 con la campaña presidencial de Victoria Woodhull, del Partido por Derechos Iguales. Woodhull tenía entonces 34 años y por lo tanto era incluso demasiado joven para ser considerada. Los libros de historia registran los votos obtenidos por sus adversarios hombres, pero no los votos obtenidos por ella.
En la actualidad, el Reino Unido, Alemania, Croacia, Noruega, Chile y Corea del Sur tienen a mujeres como líderes. Israel, Brasil, Nicaragua, Panamá, Argentina, Costa Rica, Bolivia y Pakistán también ya fueron liderados por mujeres.
«Estamos muy atrasados»
«Estamos muy atrasados en comparación con muchos otros países alrededor del mundo», dijo Jeanne Zaino, profesora de ciencia política en Iona College, de Nueva York.
En Estados Unidos, solamente dos mujeres formaron parte de una fórmula presidencial en uno de los principales partidos estadounidenses: Sarah Palin fue candidata a vicepresidenta del republicano John McCain en 2008, y Geraldine Ferraro acompañó la fórmula encabezada por el demócrata Walter Mondale en 1984. Los dos perdieron.
Otras mujeres lo intentaron pero no lograron sobrevivir a la brutal moledora de carne que es el sistema de primarias partidarias en los dos grandes partidos. Otras se convirtieron en notas de pié de página en campañas por partidos minoritarios.
En esta elección, es el caso de la médica Jill Stein, candidata presidencial por el Partido Verde aunque en los sondeos raramente aparece con algo más de 1 % de las intenciones de voto.
«Cuando no se apoya a mujeres en una forma estructural, el resultado es menos mujeres que pueden llegar a la cima, tanto en política como en otras áreas», apuntó Zaino.
Para Robert Shapiro, profesor de ciencia política en la Universidad de Columbia, en Nueva York, los sistemas parlamentarios o basados en varios partidos son más favorables a mujeres, ya que empujan a los partidos a establecer listas diversificadas de candidatos y ello permite que mujeres alcancen posiciones de liderazgo.
Clinton se presenta constantemente como una madre y una abuela, pero a los 69 años ha usado su condición femenina esporádicamente, con la idea de ser juzgada por su experiencia.
«¡Tránquenla!»
El candidato republicano Donald Trump no ha mostrado problemas en utilizar estereotipos sobre mujeres, y llegó a criticar a Clinton por «no tener energía».
Ya sea por un misoginia o por desprecio partidario -o por una mezcla de los dos elementos-, en prácticamente todos los actos públicos de Trump, cuando él se refiere a Clinton como una mujer corrupta sus seguidores irrumpen con cánticos pidiendo que ella sea encarcelada, «¡Tránquenla!», es el grito más común.
Durante un reciente discurso en Columbus, Ohio, el presidente Barack Obama dijo que Clinton «es continuamente tratada de forma diferente que cualquier otro candidato».
«Miren dentro de ustedes mismos, y pregúntense si tienen problemas» con la candidatura de Clinton solamente porque ella es una mujer, pidió el mandatario dirigiéndose directamente a los hombres allí presentes.
Brigitte Dusseau / AFP