Jesucristo, el Hijo de Dios, fue enviado al mundo por el Padre Celestial para ser nuestro Señor y Salvador personal y poder restaurar nuestra relación con Dios, que se rompió por el pecado de Adán y Eva.
Sin embargo, una gran parte de la humanidad no cree esta verdad bíblica y por eso siguen con su vida pecadora, apegada a sus creencias, idolatría y costumbres que van en contra de la Palabra de Dios, mientras que otros lo saben, pero lo ignoran o lo malinterpretan.
En las Santas Escrituras aprendemos, que si no tenemos una relación personal con el Señor no recibiremos las bendiciones y promesas que Dios tiene para sus hijos, que son aquellos que reciben a Jesucristo como dueño de su vida.
En el evangelio de Juan capítulo 8, versículo 31 leemos: “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en Él: si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”.
Y en el mismo evangelio, capítulo 10, versículo 14, leemos: “Yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas y las mías me conocen”.
No es suficiente saber que Dios existe y creer en Él, “Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan” Santiago 2:19; es necesario que le entreguemos nuestra vida para que seamos moldeado a su voluntad y su propósito sea hecho realidad en nosotros.
“Yo soy la vida, vosotros los pámpanos, el que permanece en mí y yo en Él, este lleva mucho fruto, porque separados de mí, nada podéis hacer”, versículo 5, capítulo 15, evangelio de Juan.
El cristianismo no es una religión, es entregar nuestra vida a Jesucristo y recibirlo como Señor y Salvador personal.
Dios te bendiga y te guarde. Hasta el próximo encuentro con La Palabra de Dios. Lic. Beatriz Martínez (CNP 988) beaperiodista@hotmail.com