Un espectáculo teatral con una tecnología especial para plasmar su metáfora escénica
Gracias a la magia del teatro, desde el próximo 27 de enero, el dramaturgo José Tomás Angola Heredia (Caracas, 1967) y el legendario escritor estadounidense Ernest Miller Hemingway (Oak Park, 1899/ Ketchum, 1961) convocan a los caraqueños con el espectáculo Ningún hombre es una isla, que hará temporada en la Sala Alexander Humboldt, en San Bernardino.
Angola Heredia evoca y materializa a Hemingway porque su figura siempre le cautivó por su vida tan intensa, desafiante y titánica. “Construyó en sí mismo, su mejor personaje. Pero si nos adentramos en sus libros sorprendería la sensibilidad y la delicadeza de su prosa y sus personajes. La cuentística de Hemingway es de lo mejor del siglo XX. Algo entonces parece no cuadrar. ¿Quién era en verdad este hombre más grande que la vida que cazaba leones y pescaba grandes agujas, asistía como corresponsal de prensa a todos los frentes de batalla de su tiempo, boxeaba con quien fuera y bebía centenares de botellas de whisky?, ¿el que reflejaban los periódicos de entonces o el que subyace en sus obras?”
Puntualiza que cada protagonista de Hemingway es una creación que intenta ser su alter ego. “Él mismo se idealizaba y se volvía Frederick Henry, el soldado iluso de Adiós a las armas, o Jake Barnes, el periodista impotente por una herida de guerra, de Fiesta, o Harry Morgan, el cínico pescador y contrabandista con mala suerte, de Tener y no tener. Y por supuesto Robert Jordan, quizá su alter ego más genuino, el profesor norteamericano que se involucra en la guerra civil española, de Por quién doblan las campanas”.
FRAGIL, DEBIL Y SENSIBLE
Angola Heredia escribió, dirigió y protagonizó Ningún hombre es una isla porque esos conflictos existenciales son profundamente atractivos para cualquier argumento teatral. “Hemingway luchó toda su vida para demostrar que era un tipo duro, viril, cínico, cuando en realidad se sentía frágil, débil y sensible. Ese ruido, esa incongruencia emocional, junto con los impulsos autodestructivos debieron ser muy tormentosos. Él es una metáfora maravillosa sobre la ficción literaria. Una oportunidad estupenda para explorar temas que me interesan mucho: la creación como acto de lucha contra el determinismo de la vida, la muerte como final angustiante e inevitable, el amor como único aliento existencial”.
Advierte Angola Heredia que mucha gente en Venezuela ha oído hablar de Hemingway, pero muy pocos han leído sus obras. “Creo que lo más genuino y poderoso de él, no es su existencia cuasi mítica, sino el legado literario que nos dejó. En sus cuentos, pequeñas joyas, está contenida la tragedia del mundo. Son diminutos fragmentos donde brillan el dolor, la compasión, la solidaridad, el amor, la alegría, la piedad, la culpa, la soledad. Instantes que copan la realidad de todos los seres humanos. Poca gente sabe, por ejemplo, que Hemingway en vida estuvo muy pendiente de las corridas de toros aquí en Venezuela. Era algo que le apasionaba. Escribió sobre las faenas en el Nuevo Circo, en Valencia y Maracaibo. Sabía cuándo empezaba la temporada y llevaba una bitácora de esos meses. No sé si valga de algo esa anécdota, pero me parece simbólico que él haya estado atento de nosotros en ese trance de muerte que es el toreo, y nosotros ahora, en otro trance de muerte histórico como el que padecemos, estemos atentos de él, por eso Hemingway es ahora nuestro contemporáneo”.
FILOSOFIA VITAL
¿Qué enseñanza nos deja este Hemingway teatral? “Para el momento tan tenebroso que vivimos, donde lo único que parece tenernos en pie es la esperanza de salir de esta pesadilla, Hemingway elabora en todas sus obras una serie de ideas que bien podrían ser aplicadas para nuestro tiempo y realidad y que trato de rescatar para la pieza. Él mismo las resumió: El mundo es un hermoso lugar, vale la pena defenderlo y detesto dejarlo, el hombre no está hecho para la derrota; un hombre puede ser destruido pero no derrotado, jamás piensen que una guerra, por necesaria o justificada que parezca, deja de ser un crimen, y el hombre que ha empezado a vivir seriamente por dentro, empieza a vivir más sencillamente por fuera”.
Mapping
Ningún hombre es una isla no es un espectáculo teatral más, dentro de lo tradicional, porque gracias al mapping audiovisual es toda una novedad en la escena venezolana, ya que Angola Heredia tiene varios años y montajes trabajando con tecnologías asociadas al video, no como una simple proyección, que se usa mucho, sino como elemento discursivo propio. Usarlo como parte del lenguaje teatral, como se hace con la escenografía o el vestuario, no como adorno o efecto. El mapping le ha permitido explorar ese camino. Poco los están haciendo en Venezuela porque es costoso, requiere de equipos y personal que conozca el medio, pero además porque exige una nueva lectura del director sobre el texto teatral. El puestista debe romper con las clásicas unidades aristotélicas de acción, tiempo y unidad, pues gracias al mapping, la escenografía virtual y la estereoscopía permiten poner en escena todo lo que la imaginación sueñe. A ojos de esta posibilidad la lectura del texto teatral ya no puede ser plana y consecutiva, debe ser dimensional y poética. Entonces lo que hoy todo el mundo usa como artificio, se vuelve discurso. En el mundo de la ópera internacional y la danza es donde más se está trabajando con estas tecnologías, porque es más fácil trabajar la música y la imagen. Con el teatro de texto es mucho más complejo porque prácticamente implica reescribir plásticamente las piezas. “Pero ese es el camino si se quiere proponer nuevas e innovadores visiones sobre el escenario. De todas maneras, algo siempre será sagrado e inamovible. El teatro es un acto artístico en donde lo único que se necesita realmente es un actor, un texto, y un espectador. Todo lo demás sobra”, reitera. Angola Heredia no se marcha, sigue aquí con su espacio de lucha, su motivo para permanecer escribiendo, haciendo teatro y buscando la reflexión de todos, la emoción de todos, alimentando el impulso por seguir siendo parte de este enorme sentimiento que llamamos nación y ahora más con este singular mapping de Hemingway que toma la figura del escritor durante sus últimos años, en su finca en Cuba, para adentrarnos en un tema que ha sido constante en su escritura: el valor ante la vida y el valor ante la muerte.
El espectador / E.A. Moreno-Uribe / @eamorenouribe