En el evangelio de Juan, capítulo 3, versículos 16 y 17 de las Santas Escrituras podemos leer: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que en Él cree no se pierda, sino tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él”.
Si entendiéramos bien este texto de la Biblia, nos daríamos cuenta del amor tan grande que nos tiene el Padre Santo, a pesar de nuestros pecados e imperfecciones.
Su objetivo al ofrecer a su Hijo amado para que muriera por nosotros crucificado, fue para perdón de nuestros pecados, salvación de nuestras almas y garantía de vida eterna a su lado.
¿Puede existir un amor más grande que el que nos ha manifestado Dios?.
Leamos otro texto de las Sagradas Escrituras que nos habla del sacrificio de Jesucristo para toda la humanidad.
“Ciertamente apenas morirá alguno por un justo, con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Más Dios muestra su amor para con nosotros, en que aun siendo pecadores, Cristo murió por nosotros”, Carta a los Romanos, capítulo 5, versículos 7 y 8.
Si bien es cierto que han ocurrido situaciones en las cuales alguien ha muerto por salvar la vida a un ser querido, ninguno lo ha hecho por un enemigo.
Pero Jesucristo si lo hizo. El amor de Dios se extiende todos los seres humanos sin ninguna clase de distinción.
Por eso el amor más grande, es el amor que nos profesa el Padre Santo a través de su amado Hijo Jesucristo, nuestro Salvador y Rey y nada ni nadie lo puede igualar ni sustituir.
Ser cristiano no es profesar una religión, es tener una relación personal con Jesucristo, como Salvador y Señor de nuestra vida. Dios te bendiga y te guarde, Hasta la próxima entrega de La Palabra de Dios.